Así de firme y categórico: Spider es la esquizofrenia llevada al cine tanto como lo es la novela homónima en que se basa. Hasta la fecha no he visto ningún otro film que recree con tanta intensidad, respeto y fidelidad la que hoy por hoy sigue siendo la enfermedad mental más grave y enigmática que jamás ha existido. Pero lejos de suponer un mero documental sobre este tipo de trastorno, Spider es además una película soberbia. Muchos dicen que peca de cierta lentitud, pero aquellos que hayan leído la novela -que el propio McGrath adapta- comprenderán el porqué de esta cadencia: Spider es un hombre muy enfermo para el cual el simple hecho de caminar le supone un gran esfuerzo, ya no digamos el poder ordenar de manera lógica los pensamientos y recuerdos de su atormentada mente.

La interpretación de Fienness es simplemente perfecta, actor con el que el propio Cronenberg ya quiso trabajar en el pasado, y el cual se mostró muy interesado en el papel desde el principio. Como era imposible trasladar el Spider de la novela, el que encontramos en el celuloide es muy diferente, aunque ambos se complementan a la perfección y lo que no comprendáis en la película lo sacaréis en claro en el libro, sobre todo en lo referente a algunas de las complejas alucinaciones de su protagonista, las cuales y por razones más que obvias no aparecen en el film.

La banda sonora del siempre perfecto Howard Shore es pequeña e introvertida; representa la mente de Spider, y se aleja de grandilocuencias típicas de otras producciones. Aquí encontraremos sobre todo canciones de cuna, sombrías partituras de violín y piano e incluso melancólicos villancicos.

A destacar también las interpretaciones de Gabriel Byrne y el espléndido triple papel de Miranda Richardson. Spider es una de esas películas que uno puede ver y disfrutar una y mil veces, y en cada visionado deleitarse con un film que brilla con luz propia, aunque sea la fría y gris luz de las calles londinenses.