Welles eligió una trama entretenida de un extraño que llega a los Estados Unidos y se casa con una norteamericana en una localidad rural, y del que no sabemos hasta qué punto participó en los campos nazis de concentración y de un detective que está persiguiendo a criminales nazis.

Después de dos relativos fracasos comerciales de sus dos primeras obras maestras como Ciudadano Kane Y El Cuarto Mandamiento, y de gastarse una fortuna en un documental en Río de Janeiro que no sirvió para nada, Hollywood en 1946 le permitió esta media y última oportunidad a Orson Welles para hacer una película comercial que por fin fuera un éxito en taquilla.

La película es entretenida y tiene destellos de brillantez en la duda de si es culpable o no, pero no es tan profunda en el resto de los personajes, Welles se traiciona un poco a sí mismo para conseguir ser comercial, y se rebela la mentalidad mendaz, egoísta y manipuladora de su personaje frente a su esposa norteamericana ingenua y leal. Pero en el fondo, más que un nazi que huye al que le delatan sus prejuicios, se ve a un trepa que solo busca salvarse y utilizar a los demás como sea.

Aunque la película no es una obra maestra porque resulta demasiado teatral y tiene muchas conversaciones innecesarias también posee muchas virtudes que no están en las primeras obras de Welles: tiene humor de verdad, una trama fácil, algo exótica, y no intenta demostrar que es un genio de fotografía de cada escena como si fuera un todo aislado.

En esto se nota que tenía por fin alguien detrás que lo controlara para rematar algo más agradable para el público.