Obra lenta, sobre todo de espejos y de espacios interiores, de confesiones hechas a cámara porque no se atreve a decirlas cara a cara, tediosa hasta lo depresivo con interpretaciones hieráticas, hecha sobre todo en interiores con enormes salas con espejos que favorecen la introspección, sobre Gertrud que busca un amor apasionado, sincero, que lo dé todo, cosa que en la Dinamarca del siglo XIX lastrada por las conveniencias sociales parece que era imposible.

Para Dreyer el mejor maquillaje de las actrices era la luz y parecía rehuir el naturalismo danés que preconizaba George Brandes de que representando la Naturaleza se trataran primero temas sociales y después espirituales.

Está con tres hombres: un alto político que solo la quiere por conveniencias sociales con el que parece recordar los felices recuerdos del pasado (¿esta mujer habrá conseguido ser feliz alguna vez? ¿salir de su trastorno depresivo recurrente?), un músico que como es lógico piensa prioriza en hacerse famoso para no morirse de hambre en vez de ese AMOR pasión ABSOLUTO, TOTAL, que quiere Gertrud y un poeta del que se enamoró en su juventud y que tampoco cumple con sus expectativas espirituales, a pesar de que escribe sobre ellas. Hasta el poeta en su paseo por los jardines que parece una mezcla entre Heinrich von Kleist y Kierkegaard aunque parece más realista que ella.

Hay mucho de exigencia imposible en Gertrud, y mucho de peligroso en las ideas esquizoides de Dreyer, Dreyer siempre nos impone el punto de vista del iluminado religioso, del fanático al que se le aparece Dios porque el Amor Absoluto, Dios, la Trascendencia es lo único importante y solo alguien con la espiritualidad de San Juan de la Cruz entendería a Gertrud, ni podría contagiarse de un ansia de amor tan abstracto, a no ser que la interpretaras de la forma más vulgar, o sea que solo busca un amor pasional, sincero.

Sin embargo, le he puesto un notable por eso, porque he sentido la versión de una mujer sin capacidad de vivir, desquiciada y medio depresiva, que busca un amor sano mentalmente, que por su propia forma de ser nunca conseguirá. Eso me atrapa.

(No sé por qué recordé la Tía Tula de Miguel Picazo que tiene una temática parecida sobre los prejuicios e ideas preconcebidas sobre el amor y me pareció una película mucho más vitalista, más realista porque retrataba la realidad cotidiana meticulosamente y aunque a muchos les suene una aberración mucho más espiritual por el ansia del amor sublime y real del que estás huyendo)