Los Inmortales (la del 86, la primera, la buena) es una de las películas míticas de los años 80, espectacular en su concepción y grandiosa en su historia y su propia mitología, con unas actuaciones de Sean Connery y Clancy Brown antológicas, y aquella música de Queen sobre las highlanders escocesas que te ponía la carne de gallina.

Triste, muy triste, tristísimo como a ido degenerando esta saga, un declive paralelo y similar al de Christopher Lambert, que ahora es una caricatura de lo que fue en la primera película. Enfundado en su mítica gabardina, que mas bien parece que va a un concurso de imitadores del Inspector Gadget, aparece de dios sabe donde un nuevo inmortal dispuesto a darle cera a nuestro amigo Connor. El impersonal Mario Van Peebles copia descaradamente al villano de la primera película (incluso en los gestos), el mítico Kurgan, pero dando mas risa que miedo. El guionista escribió esto en media hora, mientras regaba las macetas del balcón y con la ayuda de su hijo de 7 años, por que sino no entiendo la cantidad de despropósitos. Los efectos especiales están hechos con el powerpoint, una maquina de humo y un tío encargado de poner lucecitas. El director directamente ni apareció por el rodaje. La idea, la mitología y el mundo de los Inmortales es poderoso e imponente, muy triste que haya caído en la más absurda autoparodia.