Para ser 1966 sorprende ver la cantidad de efectos psicodélicos que, dejando de lado mi ineptitud para entenderlos, bien podrían ser proyectadas en una sala oscura del Reina Sofia como un recopilatorio de los autores más "trendys" del videoarte, que dicho sea de paso, tampoco suelo entender con alguna grata excepción.

Como no puedo decir nada bueno de la película, ni de las interpretaciones sacadas totalmente de contexto ni del montaje porque, insisto, ni lo entiendo ni me apetece pararme a intentar entenderlo, voy a hacer precisamente lo que Bergman no ha hecho con el espectador cinematográfico: ponerlo fácil para encontrar lo que se busca y no para buscar lo que difícilmente se encuentra uno al ver esta película.

Fotografía. Muy buena, un placer para la vista la mayor parte de la película. Seguramente adelantada a su tiempo y seguro que, tramas aparte, provocó más de un artículo en revistas especializadas.

Lo demás: Lo dicho, no lo veo, pero me da que casi nadie. O soy muy tonto o me toman por ello.

En definitiva, para todos aquellos que quieran completar la filmografía del director por aquello de tener algún record, para todos aquellos que les guste la buena iluminación o busquen buenas imágenes de referencia para proyectos de cine o análisis académicos, para todos aquellos que quieran dárselas de filósofos o genios del séptimo arte en bares de los barrios más molones de las capitales estatales o para todos aquellos que se han venido aquí a leer las críticas a mitad de película porque no entendían nada, como me ha pasado a mí.

Para el resto, os lo ahorro: muy mala, no le doy un 1 porque es cierto que las imágenes son una gozada.

Os dejo que me esperan para ir a ver una de Paco Martínez Soria, que son lo más.