Después de ir al cine a ver la divertida "Drag me to hell" me cogió cierta añoranza para revisionar la clásica saga del maestro Raimi: Evil Dead. Como ya comenté en mi última crítica siempre me ha parecido lamentable que se haya traducido a la lengua hispana como "Posesión Infernal". Siempre he sido más bien partidario de no manipular ni intentar traducir título alguno, y mantenerlo en su idioma de creación. De igual modo, prefiero las versiones originales de los films dado el paupérrimo y miserable doblaje de algunos.

Ash, su novia y unos amigos se dirigen a una cabaña medio abandonada en el bosque para pasar allí unos días de relax. Pronto descubrirán un magnetófono y un libro hecho con piel humana y escrito con sangre: El libro de los muertos. Escuchando la grabación del magnetófono despertarán unos poderosos demonios del bosque que irán poseyendo uno a uno a nuestros protagonistas que morirán de formas terribles.

Con esta sencilla y, a primera vista, típica premisa, Sam Raimi, nos deleitó con una nueva manera de entender el cine de terror. Se trata de un terror pachanguero con unos divertidísimos toques de humor negro, sátiro y sangriento que nunca habíamos visto antes en otros films. Los sustos, el gore y las posesiones se mezclaban a la perfección con un humor negro para partirse de risa. Y encima lo hacía con el mítico personaje de Ash, interpretado por un polifacético Bruce Campbell, el actor fetiche de Sam.

Es de justicia reconocer que técnicamente la película en cuestión deja mucho que desear debido a la fecha de realización y a la escasez de presupuesto de la misma (y más aún si la miramos hoy en día). Aun así tiene memorables momentos difícilmente olvidables para un buen freak del cine de terror.

A mi forma de ver, esta obra supera con creces a todas esas bazofias ochenteras e inacabables de "Viernes 13" y "Pesadilla en Elm Street" (con una de cada ya habría bastado...). También es cierto que fue un completo exitazo de taquilla, siendo capaz de desarrollar 2 secuelas que triunfaron de igual manera, haciendo crecer así la leyenda de Sam Raimi, un director que pasados los años acabaría rodando la película más cara de la historia: Spiderman 3. Por algo será.