No hay nada en "Encadenados" puesto al azar y que vaya a suponer un contratiempo a la hora de desarrollar el guión. Un foulard, un bolígrafo, una llave, una botella de vino, un fregadero, una taza de café o incluso una puerta que se cierra lentamente, porque esta no es totalmente una película de personas sino una película donde los objetos toman protagonismo y se van salpicando en la trama para formar un argumento poderoso. Y eso que esta es otra historia de amor más en tiempos de Hitchcock, otra historia más en la que los protagonistas se enamoran a primera vista y, a raíz de su primer encuentro, el director encuentra la excusa para convertir a ese amor, una vez más, en tortuoso y arriesgado. Porque a Hitchcock le gustan las rubias, pero hacerlas sufrir le gusta mucho más aún.