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Voto de Archilupo:
9
Western Un capitán del ejército de los Estados Unidos se hace pasar por comerciante y va a México para averiguar quién le vendió rifles a los apaches que asesinaron a su hermano. Entre los sospechosos se encuentran un arrogante hacendado, su despiadado hijo y el capataz de su rancho. (FILMAFFINITY)
14 de mayo de 2009
41 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lockhart, el héroe encarnado por James Stewart es educado y sereno, pero con un asunto que vengar.
De Laramie a Coronado, en Nuevo México, conduce tres carromatos de mercancías tirados por mulas, y hace un alto para contemplar unos cadáveres achicharrados, restos de una emboscada apache a un destacamento de Caballería. Uno de esos cadáveres es lo que pide venganza.
En Coronado comienza a investigar quién suministra rifles de repetición a los apaches. La región está dominada por un terrateniente severo y viudo, ya viejo, con un hijo malcriado y un competente capataz que aparentemente es como de la familia.
Con la red de control desplegada por esa familia desde su inmenso rancho ganadero tropieza Lockhart nada más llegar. Pero tras una electrizante escena en unas salinas, demuestra sus arrestos: desde el fondo de un largo plano con travelling inverso camina derecho al hijo de papá para provocar una pelea homérica, que no será el último de una serie de trepidantes episodios de lucha, también en el terreno amoroso, donde se plantea un triángulo conflictivo, una motivación extra para el héroe.

En la formidable arquitectura de esta película se ensamblan con el western componentes de cine negro, elementos de crimen y corrupción puestos al descubierto tras la fachada de una sociedad respetable, y componentes de épica, aportados por el grandioso tratamiento del paisaje. Mann prescindía del trucaje de los estudios, rodaba todo en exteriores. También cuenta la música, orquestada para refuerzo de la magnitud
En consonancia, los diálogos son precisos, directos, muy eficaces; van al grano, sin buscar lirismo.
Es la épica de la constitución, en los territorios indios, de las grandes haciendas, luchando entre sí por el predominio, y del dramático problema de la transmisión hereditaria de esas propiedades.
Y para añadir tamaño al argumento, uno de sus ejes principales es un sueño premonitorio, una repetida pesadilla del terrateniente, en la que un forastero aparece en sus dominios con un designio nefasto.

El estilo desarrollado por Mann para el western se apoya en bajar un poco la cámara y contrapicar ligeramente los planos con el fin de abarcar más cielo. Así, los fabulosos escenarios, que dejan a la naturaleza expresar su fuerza en imponentes panorámicas, incluyen cielos complejos, donde brillan nubes variadas. En medio de una tónica general de gran esfuerzo físico, los personajes escalan a caballo por zonas increíblemente escarpadas.
A su vez, los interiores tienen minuciosidad y delicadeza de pintura flamenca; ropa, muebles, cortinas y maderas están armonizadas en las gamas rojizas y ocres de la tierra y las llanuras.

Toda esta suma de alicientes hacen de “El hombre de Laramie” una de las películas más completas y maduras de Mann, culminación de su colaboración con un James Stewart en plenitud.

Muy recomendable.
Archilupo
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