Dirán de ella que es magnífica, genial, muy inteligente, sexy... Así son los críticos -o una parte de ellos- de este país: aunque les parezca un coñazo -que lo es-, ¿quién se atreve a tocar a Allen, icono de la progresía biempensante? Entendámonos: Allen ha hecho excelentes películas: "La maldición del escorpión de jade", "Misterioso asesinato en Manhattan"... , pero ha filmado otras insoportables; insoportables que en su día dieron el "pego" porque presentaban unos Estados Unidos liberales, tolerantes, guay... es decir, otra cara del imperio, un imperio detestado -y no digo yo que sin razón- por la progresía de este país.
Pero una cosa son las buenas vibraciones ideológicas y otra es que con ellas, simplemente con ellas, se haga, sin más, buen cine. Y Allen ha hecho buen cine, pero también cine regular o incluso malo.
Ahora nos presenta una película conformada por cuatro tópicos, carente de un verdadero guión, repitiendo temáticas que ha planteado cien veces, abusando de técnicas narrativas que ha estrujado hasta el límite. Es decir; nos cuenta algo que ya ha contado y recontado, no añade ni una sola gota ya no de genialidad, de originalidad, sino simplemente de entretenimiento. Alguno escribirá acaso: "narra los entresijos, las contradicciones de las relaciones personales desde el humor y la finura". ¿Narra qué? A ver, una de dos: si de veras se quiere hacer éso, estaríamos delante de un melodrama (y no lo estamos); si lo que se quiere, al contrario, es tomarlo con humor deberíamos estar diante de una película que provocase carcajadas (y no las provoca). ¿Delante de qué cosa estamos? Delante de pura superficialidad: de guión, de pretensiones, de cine.
En fin, puro y duro bostezo.