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España España · Barcelona
Voto de Adri:
8
Thriller. Intriga Roger es un reputado cazatalentos noruego que vive en una maravillosa casa de campo con su esposa Diana, la bella propietaria de una galería de arte. En realidad, está viviendo muy por encima de sus posibilidades; si puede mantener ese ritmo de vida es gracias a que se dedica a robar obras de arte. En la inauguración de una galería, su esposa le presenta a Clas Greve, que, además de ser el candidato perfecto para el cargo de director ... [+]
1 de septiembre de 2012
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cada cierto tiempo, llegan a nuestras pantallas pequeñas joyas cinematográficas provenientes de los países nórdicos que cosechan tanto éxito en taquilla, que Hollywood es incapaz de resistirse a realizar un remake. Casos como Déjame entrar (2008) o la trilogía Millenium son claros ejemplos de ello. Dichas películas, casualmente, suelen adaptar novelas que han obtenido bastante éxito, ya sea en su propio país o alrededor del mundo, y Headhunters —el filme que aquí nos ocupa— no iba a ser una excepción.

Basándose en la novela homónima de Jo Nesbø, el director noruego Morten Tyldum nos cuenta la historia de Roger, el cazatalentos más exitoso de Noruega, un hombre que lo tiene todo: una bella mujer, una lujosa casa de diseño, un buen trabajo y un estilo de vida que no debería permitirse. Para mantener ese ritmo de gastos, se dedica a robar obras de arte y venderlas en el mercado negro, hasta que Clas Greve, el perfecto director general que Roger va buscando para su compañía, entra en su vida para arrojarlo en una inesperada espiral de engaños y violencia.

Headhunters es un thriller vertiginoso lleno de sorpresas, con un argumento bien fundamentado que va descubriendo sus cartas inteligentemente a medida que avanza el relato y con un protagonista que se nos muestra como el principal atractivo del filme.

Roger, magníficamente interpretado por Aksel Hennie que aporta al personaje esa singular mezcla de vulnerabilidad y fuerza que el papel requiere, sufre un turbulento proceso de transformación a lo largo de la película, tanto en lo físico como en lo emocional. El Roger del principio es un tipo firme en sus actos y convicciones pero completamente inseguro de sí mismo en lo que concierne a la relación amorosa con su esposa, tanto, que está convencido de que necesita compensar sus escasos 168 cm de altura robando obras de arte para no perderla. A medida que avanza la película parece que el “Karma” se vuelve en su contra obligándole a revolver y hundirse —literalmente— en toda la mierda que ha ido acumulando a lo largo de su avariciosa vida para, luego, resurgir como una persona nueva convencida, ahora sí, de que sus 168 cm de altura son más que suficientes para complacer a su mujer.

El viacrucis que atraviesa nuestro protagonista —pasamos de ver a un Roger impávido, frío, cerebral y ruin a ver a un Roger frágil, emotivo y honesto— provoca en el espectador una atrayente contrariedad emocional. Nos cae antipático por todos sus defectos pero, a la vez, lo adoramos por su profundo romanticismo y debilidad. Esa complejidad psicológica del personaje principal, inusual en este tipo de género, hace de Headhunters un filme que no sólo entretiene, sino que también hace reflexionar sobre lo que somos capaces de llegar a hacer por algo que queremos.

La personalidad del protagonista no es lo único que sufre una metamorfosis. Tyldum consigue adaptar la estética de la película a los repentinos cambios que sufre la historia. Mientras en la primera mitad, aquella en la que los personajes tienen su vida controlada y organizada, la dirección de Tyldum es sobria, sin muchos movimientos de cámara, las localizaciones son en interiores perfectamente ordenados y la fotografía está llena de colores claros, en la segunda mitad, aquella en la que el caos se apodera de la vida de los personajes, su dirección se vuelve frenética, con continuos movimientos de cámara, las localizaciones son en espacios naturales donde impera el desorden y la fotografía es oscura y sombría.

Lars Gudmestad y Ulf Ryberg han escrito un guión que casa a la perfección todas las piezas que ha ido dejando por el camino pero que, durante el trayecto, parece estar más preocupado en buscar la situación más rocambolesca en lugar de, por ejemplo, hacer mayor hincapié en el leit motiv del antagonista. A pesar de ello, es un acierto la introducción de varios toques de humor negro —dignos de los mismísimos Coen— que amenizan esos momentos tan inverosímiles de la segunda mitad.

Esta última perla nórdica que ha llegado a nuestra cartelera es una mezcla entre el juego del gato y el ratón de No es país para viejos (2007) y la resolución narrativa de filmes como Sospechosos habituales (1995), The game (1997) o Plan oculto (2006), que distraerá, divertirá, sorprenderá y hará meditar a todo aquél que le apasionen los thrillers de enmarañado devenir.


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Adri
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