Aquella famosa frase de la NASA, de cuando enviaban naves al espacio, "Houston, tenemos un problema", sucede cada vez más en el cine, "Houston, tenemos un problema de verosimilitud", y es entonces, como si alguien, al otro lado del micrófono, dijese "eso cada día le importa a menos gente, ¿en qué mundo vive? Es usted un antiguo, la verosimilitud está sobrevalorada". La tolerancia a lo inverosímil es algo cultural de nuestra época, es decir, un partido político dice que es constitucionalista, pero luego dice que quiere acabar con las autonomías y la progresividad fiscal, y en este contexto te aparece Chamuski, un león del tamaño de un toro de lidia en Sudáfrica. Lo de Chamuski es por lo de León chamuscado, después de una explosión por el tanque de gasolina de un todoterreno, Chamuski sobrevive, y un médico de la seguridad social lo enfrenta con un machete de Albacete, y lo sorprendente es que sobrevive. El asunto es que uno le toma empatía a Chamuski, quiere cargarse a los cazadores furtivos por haber matado a su manada, lo que pasa es que Chamuski ya no distinguía entre furtivos y antifurtivos y se cargaba a todo el que le venía a mano, para Chamuski "todos los humanos son iguales". Luego había unos leones encima de unas piedras, que recordaban al zoológico de los Clicks de Playmobil, donde un antifurtivo se acercaba y jugaba con ellos como si fuesen gatitos porque él los había criado, que es algo así como creer que Aníbal Lecter tendría alguna compasión el día de la madre.

Los paisajes de la película podrían parecer los de un coto de caza de la provincia de Cáceres, si bien es cierto que hay algunos planos de la sabana.

En fin, que más que crear una sensación de miedo hacia Chamuski, sales de la película con ganas de crear el Frente Chamuski contra los furtivos.

No está mal película, pero si no le dan el Óscar al león, es que hay tongo.