Para mí el silencio es sinónimo de paz y tranquilidad: amo el silencio; pero sé que hay silencios que esconden historias realmente dolorosas, muy difíciles de compartir con nadie, ni siquiera con tus seres más cercanos. Silencio era el acertado título elegido para la vigésima película del director manchego Pedro Almodóvar, que optó por cambiarlo al coincidir con el de la última de Martin Scorsese.

Julieta (Emma Suarez), una mujer de mediana edad, está a punto de abandonar Madrid para ir a vivir con su pareja a Lisboa, cuando un encuentro con la mejor amiga de la infancia de su hija, a la que no ve desde hace tres años, trastoca sus planes.

En ese momento, Julieta decide escribir una carta a su hija, detallándole su vida, cómo conoció realmente a su padre y la historia que vivieron.

Almódovar crea un intenso drama adaptando magistralmente al contexto patrio tres relatos de la Premio Nobel de literatura canadiense Alice Munro (“Destino”, “Pronto” y “Silencio”), consiguiendo una de sus películas más maduras y concisas.

Con unas magistrales Emma Suarez y Adriana Ugarte, en el papel de Julieta, que se dan el relevo en una escena memorable que quedará en los anales del cine; una inquietante música bajo la eficaz batuta de un Alberto Iglesias en estado de gracia; una excelente fotografía que habla por sí sola, y un excelso reparto, del que destacamos a la Chica Almodóvar por excelencia, Rossy de Palma, en un papel tan aterrador que parece sacado de una película de Hitchcok, el resultado no puede ser otro que una magnífica obra de un gran director español.

Un más que interesante reencuentro con el cine de nuestro director más internacional, que hará las delicias de cualquier cinéfilo, almodovariano o no. Apostemos por las historias más cercanas, apostemos por lo nuestro: apostemos por el cine español.


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