Se trata de una de esas series entrañables que nos muestran un catálogo de bondades de la que hace mucha falta en el mundo. Una serie moral que, al margen de su factura normalita y sin pretensiones, nos proporciona un rato de alegría. Es decir, esta serie es lo opuesto a Tarantino, que suele mostrar la bazofia y miseria moral del ser humano a través de excelentes productos artísticos. En general la gente vota en base a cuánto le gusta una película o serie y no tanto en base a su calidad artística. Yo tiendo a hacer lo contrario en la medida de mis limitadas facultades artísticas, aunque visto el panorama cada vez voto más con el corazón para no ser menos y, sobre todo, para no quedarme con la sensación de que por culpa del arte una película se queda con menos puntos de los que le daría con el corazón. Por eso le pongo un 10, rotundo y sentido, porque lo merece. El día que el mundo esté lleno de bondad y se erradique el mal (es decir, nunca), le pondré a esta serie la nota que le corresponde artísticamente. Hacen falta en este mundo más series como ésta.

Menos de dos años después de la emisión del último episodio Michael Landon y Victor French estaban muertos. El segundo murió antes de emitirse el último episodio. Les doy las gracias a los dos por regalarnos este oasis de alegría, bondad y, en definitiva, dejarnos el mejor testamento que puede dejar un actor como persona.