El cine usualmente me gusta por lo que me dice y por la forma en que lo hace. En esto de la forma, está la película, con su historia, los personajes en ella, la forma en que se cuenta y se desandan las cuestiones, todo. En mi caso particular, para considerar como obra maestra a una película, debo esperar que mínimamente ésta me cierre en todas estas cuestiones, pero además contenga escenas que me quedan grabadas en el recuerdo, por su fuerza, por su fina lectura de la realidad, por su hondura, y que logren salir de lo convencional. En tales casos puedo pensar que sus directores son muy dotados, y entender que se los llame a ellos ‘genios’.
Veamos este caso. Tiene al menos un comienzo curioso, con esta descripción del espacio y la creación, de connotaciones metafísicas, momentos distintivos a partir de una bella música, algún instante de fascinación (lo comento en el spoiler), y alguna reflexión sobre la violencia y odio de los hombres. Y lo demás… nada, cierto rechazo, a partir de una historia muy pesada, con muchos planos semifijos, donde mayormente no se nos dice nada, en un rollo de 2 hs. 25 minutos que podría haberse mostrado, no sé, en 30 minutos.
¿A qué conclusión llego? Puede que Bela Tarr sea especialmente dotado, si considero algunas de las escenas que filmó y que antes refiero, no creo cualquiera pueda hacerlo, pero son solo instantes, el resto de la película no me genera nada (bueno, sí, sueño), con lo cual pienso que la película dista de ser una obra maestra. Como leí en un comentario, de ser real que la película oscila entre la genialidad y el fraude, está más cerca de lo segundo.