Apatow tocando fibra, lástima que por momentos se le vaya la mano. Presenta un universo plagado de imperfecciones donde no hay un solo ser que no tenga en abundancia donde rascar y todo ello con la frescura habitual que impregna su varita mágica. Es todo un tratado sobre el sabor agridulce, pero con demasiadas páginas y algún que otro personaje infumable (como el marido australiano de Leslie Mann) aunque, a pesar de este impuesto, contiene suficiente inteligencia y buen hacer como para destilar substancia de la que escapan los descerebrados, pero aceptan sin remisión los amantes de una buena narración en clave de tragicomedia.

Larga autopista que profundiza sobre la decepción del éxito, en la que encontramos algún bache, casi socavón, que no resulta impedimento insalvable para llegar a puerto, con la sensación de haber recorrido una bastante aprovechable experiencia.

Por cierto, buena música.