Superpapi es un portentoso matemático que en los cinco últimos años de vida se dedicó al noble arte de cazar gambusinos hasta espicharla. Este genio sin par tuvo un par de lapsus de desconcentración en su dilatada existencia, que le produjeron dos especímenes hembra rubiales, aunque de la madre engendradora nada se nos informa. De las dos susodichas, una resulta ser una petarda de tres pares, pero la otra (actriz protagonista cuyo nombre siempre me recuerda a las viejas aventuras de Monkey Island) es la que parece haber heredado más cerebelo paterno y teóricamente iba para convertirse en crack. Por desgracia, decide abandonar los estudios para dedicarse a cuidar a su majara progenitor hasta que, como ya conté antes, a éste le pega el yuyu final.
El meollo de la cuestión, es que aparece por ahí un cuaderno en el que hay desarrollada la madre de todas las fórmulas (algo que ver con los números primos me pareció entender) y surge la gran duda de si fue escrita por Megapapi o por la triste chavalota. No falta tampoco el amor (con polvo incluído) pues deambula tambien por la peli un tipo medio apapostiado muy agobiado, porque se da cuenta de que no tiene mimbres de cerebrito y para aliviarse se dedica a tocar la batera en un grupo de "Ro" y a intentar beneficiarse a la Gwyneth, claro.

En síntesis, un Anthony Hopkins de piloto automático, una Paltrow con cara de grano chungo en el pancreas, que me moló más en canal cocina degustando viandas catalanas con sus colegas y una Hope Davis abrochando un extra con el típico papel de hermana plasta. Por otro lado, todo acaba de puta madre y como tiene que ser, ella muy feliz con el atontado, a la hermana coñazo le dan morcilla podre y todo ser humano de buen corazón se encontrará feliz cuando aparezcan los títulos de crédito.

En mi humilde entender, inmediatamente olvidable.