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España España · Asturias
Voto de Choco:
10
Intriga. Thriller. Cine negro Tras la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el padre de Alicia Huberman, un espía nazi, es condenado por traición contra los Estados Unidos. Después del juicio, Alicia da una fiesta en la que aparece un apuesto desconocido llamado Devlin. Se trata de un agente de los servicios de Inteligencia que reclama su colaboración para atrapar a Alexander Sebastian, el cerebro de los nazis en Brasil. Al principio se muestra reacia, pero finalmente ... [+]
12 de marzo de 2015
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La amo!, la amo!, la amo!. Como una enamorada le cantaría al balcón, le compondría poemas y se los cantaría acompañada de una lira (lo que sería terrible, porque canto muy mal, lo que no me desanima a hacerlo constantemente). Tenía miedo que me hubiera cambiado la mirada, como me está sucediendo con un buen número de películas de un tiempo a esta parte, pero no. De haber algún cambio, sería para intensificar lo muchísimo que siempre me gustó esta peli.
No hay nada que pueda añadir sobre el tema de lo bien que lleva Hitchcock el suspense. Sólo ponerme a la cola de los que afirman que funcionar, funciona (y cómo!) y que desde que empezó el asunto de la botellita, fue un no dejar de morderme las uñas. Que a parte de los pequeños "suspensitos" a los que nos tiene acostumbrados (Ver cómo empuja la botella sin darse cuenta con el codo (pero claro, no cae sin más, la tiene un cuarto de hora resbalando y teniéndote "Ay que va a caer y se lía!... Ay que va a caer!... Ay que cae!") y que están magistralmente bien llevados (sobre todo si se introducen en un momento de la trama que ya es de por sí, particularmente tenso. Pero es que a partir de el momento de la aparición de la botella, la tensión no deja de subir de forma gradual e implacable ni un minuto. Sin subidas ni bajadas estrambóticas, sin que la música subraye cada momento tenso con uno de esos "Cha cha cha chaaaaaan" del que tanto abusa el último suspense (que son más sustos que auténtica tensión), la tensión sube y sube pasito a pasito, sin prisa y sin pausa como quien no quiere la cosa hasta medio acogotarte.
Mención especial merecen los secundarios. Siempre digo lo mismo en las pelis de Hitchcock, pero qué voy a hacer yo, si siempre están excelentes!. Sobre todo los malos malísimos del que el "asesino" por decirlo de alguna manera, da miedo sólo mirarlo. A destacar esa madre de Claude Rains, una especie de Valquiria Aria, con un aspecto algo castrador (que marca no sólo la trama, sino el hecho de sacarle la cabeza a Claude Rains y varios cuerpos de ancho), con una mirada inteligente y un carácter eminentemente práctico. Qué secundario!. Cuando se entera de la noticia que no puedo decir por hacer spoiler, la pausa que hace para sacar un cigarrillo de la caja, claramente abstraída en sus pensamientos, monstrando sin una sola palabra, casi cada uno de los chirridos de los engranajes de su cerebro en esos momentos, es antológica. Hasta qué punto puede un secundario llegar a enriquecer exponencialmente una película!.
Mezclada con la historia de suspense, como entretejida como si fuera macramé, va la historia de amor. Una historia de amor maravillosa entre dos actores absolutamente emblemáticos ya de por sí (que encima me encantan, los dos) y que están aquí arrebatadores a rabiar.
Curiosamente, aquí la historia de amor no supone un alivio o un descanso de la tensión como suele suceder, ya que la tensión entre ellos se superpone a la tensión de la trama de espionaje y produce el efecto de tensar aún más las cuerdas en vez de aliviarlas, con lo que el personaje de Bergman está aún más acorralado, también en este sector. Es una historia de amor bellísima, que sobre el papel corría el riesgo de volverse una del tipo culebrón mezclada con panfleto, que no se me ocurre en estos momentos mezcla más espantosa (Mujer echada a perder en el arroyo es rescatada gracias al amor (culebrón) al sacrificio y auto inmolación, y al amor a la patria al más puro estilo panfleto (Toma ya!). Bueno, pues con esta premisa tan poco apetitosa de partida (en cuanto a la subtrama amorosa), consiguieron una historia de amor realmente conmovedora y exquisita, ayudados por un guión excelente, tierno y emocionante que consigue sortear todos esos peligrosísimos tópicos con increíble maestría; y por unas interpretaciones de caerse de espaldas.
A Cary Grant sólo le hace falta existir para estar magnífico en cualquier parte. Algunas personas tienen esa rara cualidad. Pero es que Ingrid Bergman está antológica, sobre todo en el tramo final en que en que cual princesa de cuento de hadas, es "rescatada" de los dragones por su príncipe azul. Qué escena! y qué interpretación!. Cómo pudieron convertir semejante escena en un cuento de hadas, una historia de amor intensa, y el climax de un suspense tan tenso que es casi insoportable de pura tensión, es... bueno. Supongo que es por cosas así por las que Hitchcock es Hitchcock.
La representación de enamorada moribunda, pero sobre todo enamorada, de Bergman es de quitarse el sombrero. Y si no llevas sombrero, de ponerte el sombrero, sólo para podértelo quitar ante ella. La manera en que lo mira como si no pudiera creer que existiera tal maravilla, será difícil que se me borre de la cabeza.
Y a partir de ese momento de climax tenso, Hitchcock sigue tensando la cuerda y te mantiene en ese climax de tensión insoportable, pero elevándolo y elevándolo y elevándolo, un puntito más y otro y otro y otro, estirándolo sin que la cuerda ceda ni se rompa ni un segundo. Eso sí que es un climax tenso sin malabarismos ni chispón, chispón. Y lo alarga al máximo sin que haga otra cosa que aumentar. Uf! Qué angustia terrible esa bajada de escaleras, por Dios!.
El final... bueno, el final es, que yo recuerde en estos momentos, el más impresionante de todas las pelis de Hitch que yo puedo recordar ahora. Nada de finales aquí te pillo aquí te mato. Nada de "Bueno, como la historia ya terminó, le pego un hachazo y a otra cosa". Un final apabullante y demoledor con un Claude Rains empequeñecido hasta lo liliputiense en un decorado que parece haber crecido si es que no menguó él, aplastado absolutamente subiendo las escaleras a su casa, que se ven ahora como la subida a un cadalso y esas puertas al final que se ven absolutamente amedrantadoras y que se lo tragan literalmente
Choco
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