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España España · Madrid/Murcia
Voto de Harvsi:
9
Drama Dos hermanos, Nino y Vincente, han aprendido a desenvolverse muy bien juntos durante las inexplicadas ausencias de su padre. El día que aparentemente desaparece para siempre, no tienen ningún problema en seguir como antes. Sin embargo, un día unos criminales que habían tenido negocios con el padre intentan sacarles información a la fuerza. (FILMAFFINITY)
24 de septiembre de 2022
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los aspectos más interesantes del cine de Pedro Costa -y que se encuentra de manera incuestionable en su ópera prima- es el estilo elíptico que caracteriza a gran parte de su desarrollo narrativo. El cineasta portugués construye ciertas tramas haciendo uso de una fragmentación del relato, sugiriendo más que mostrando, insinuando cuanto ocurre en esas lagunas temporales. «Acostumbrar al público a adivinar el todo del cual se le da solo una parte», escribía Robert Bresson en una de sus notas.

Este recurso se lleva a cabo en una de las secuencias más hermosas y mejor rodadas del cine portugués (en la que Vicente persigue a Clara y, cuando la alcanza, la sujeta del brazo y le ruega que le salve, cerrándolo con un precioso encadenado interminable). Es uno de los momentos más complejos y emocionantes no solo de la película, sino del cine de los ochenta, pues posee una complicidad entre ambos personajes de la que no se ha dado cuenta y cuyo enamoramiento se ha cimentado a espaldas del espectador. Eso es lo que esconden las imágenes, la historia que atesoran y que el espectador deduce tras sentirlas tan intensamente.

La insólita fotografía envuelve el relato con una atmósfera esotérica y misteriosa, cediéndole un deje de ambigüedad y ambivalencia a sus imágenes. Ese blanco y negro tan contrastado y enigmático de "O sangue" confiere a la película un tono onírico único, de una belleza inmensa. En él, vislumbramos entre luces y sombras a un par de hermanos que, marcados por la ausencia paterna, se ven abocados a la madurez prematura y a un enfrentamiento con los conflictos del mundo adulto.

No es que Pedro Costa suponga una transición entre el cine clásico y el cine más vanguardista, es que sus obras traen consigo ambas tendencias y coexisten de forma orgánica. Y es que el cineasta portugués trabaja admirablemente sus influencias -de igual forma que supo hacer también Adolfo Arrieta en "Flammes", por ejemplo-, ya que estas conviven con el director de forma inconsciente y al exteriorizarlas están casi filtradas, esto es, no resultan como guiños torpes ni alusiones explícitas, sino que se aplican en la obra y emergen de forma natural, pasadas por la mirada personal e irrepetible de Costa. De ahí que Jacques Tourneur esté presente en "Casa de Lava" pero no haya sido copiado, o que las coreografías y manos de Bresson o lo que acontece de forma «fantasmal» en el corte -tal como afirmaba Rivette sobre "Gertrud" de Dreyer y que posteriormente recogió Adrian Martin- se encuentren en "O sangue", pero en forma de agradecimiento discreto y no de cita evidente.

La desazón que provoca su cine se acentúa todavía más en sus trabajos posteriores, en los que se empieza a retratar de forma desalentadora y hosca la marginalidad del barrio de Fontainhas a través de la docuficción. Pero es algo mucho más complejo que una mezcla de documental y ficción o un punto de partida de lo primero para bucear en lo segundo, su concepción es más radical y profunda, resulta como si todo se ramificase en todas direcciones hasta que no se concluye en nada y todo regresa al mismo lugar, retroalimentándose. Esto último ya presente desde su primera película, aparentemente ficcionada en su totalidad: una obra maestra que hipnotiza con cada encuadre.
Harvsi
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