Quizás con demasiada pretensión, Milos Forman, intenta abordar una situación tan compleja de la historia de España como son la ruptura con el Antiguo Régimen, la invasión y ocupación napoleónica y la restauración del absolutismo. La duda que cabe preguntarse es si realmente este es el objetivo del director checo, o si por el contrario, estos acontecimientos de la historia contemporánea de España, le sirven como telón de fondo para representar el devenir de unos personajes hijos de su propio tiempo. En todo caso, desde mi punto de vista, interpreto que intenta mantener un equilibrio entre éstas dos cuestiones y que a mi parecer, resuelve ante la cámara de manera más satisfactoria, la idea de pincelar el retrato de sus protagonistas.

A pesar de su título, la aparición del pintor Francisco de Goya es meramente anecdótica y sirve únicamente como hilo conductor entre las diversas situaciones y personajes de la obra. Si hay algún matiz respecto a sus fantasmas, éste pasa casi por desapercibido y solo la aparición de alguna de sus obras, como la magnífica escena donde se muestra el proceso artesanal de creación de grabados, salvan al título con respecto de su contenido.

El punto más fuerte de la cinta pasa por el desarrollo temporal de los ya destacados acontecimientos a través del personaje de Lorenzo Casamares, hombre atrapado entre el pasado y el futuro que supo adaptarse a las circunstancias para sobrevivir en aquellos convulsos tiempos. La hipocresía para conseguir su objetivo es patente aunque las decisiones que toma no se pueden criticar desde nuestro punto de vista pues nos encontramos ante un fenómeno anacrónico a nuestros tiempos.

La fuerte crítica a las antiguas instituciones del Antiguo Régimen, en este caso al Santo Oficio y a la Iglesia católica es una de las partes más destacables de la obra.