Desde la serie original de Roddenberry, he visto todo lo que se ha hecho sobre Star Trek tanto en cine como en TV. La franquicia ha evolucionado a lo largo del tiempo, no cabe duda. En lo visual sin duda todo ha mejorado. Pero no deberíamos considerar los efectos y el CGI como medida de calidad. Con los medios técnicos actuales, lo mínimo que cabe esperar de cualquier serie es calidad visual, así que el mérito debería hallarse en la historia contada, en cómo se cuenta, y en la interpretación de los actores.

En el terreno de lo visual, Star Trek Strange New Worlds es irreprochable. Pero es lo único bueno que puede decirse de ella, pues lamentablemente esta serie ha seguido el camino de Discovery, su antecesora directa. Y lo ha seguido en lo que en Discovery llegó a ser repugnante: la blandenguería de los personajes, su constante disposición a llorar en cada capítulo y la exacerbación de lo emocional por encima de lo racional. Y, por supuesto, la rendición a una agenda ideológica diseñada para adolescentes de treinta años que se ofenden por todo.
Si bien esta nueva serie no llega al nivel de ñoñería de Discovery (de la que sólo se salvan Jason Isaacs y Michelle Yeoh), al ver el episodio 9 he sentido vergüenza ajena (lo explico en zona spoiler).

Hasta Discovery, Star Trek nunca ha ido de gazmoñería blanda. Mejores o peores, todas sus series (tengo mis favoritas, por supuesto) han abordado temas similares: ciencia, política, religión, sociología, mitología, relaciones humanas (y no humanas), aventura, riesgo...

Pero veo Strange New Worlds y no veo nada extraño y mucho menos nuevo. Incluso Lower Decks, serie de animación, es muy superior en cuanto a sus tramas y su narrativa desenfadada e incluso malévola.
Esta serie es de una pereza argumental que produce cansancio sólo de verla. No puedo entender (me ocurre mucho últimamente en esta página) la puntuación que aquí se le da.

Qué cansancio, qué hastío, qué aburrimiento de tanta ñoñería. Eso sí: todo es brillante, luminoso, maravilloso y limpio. Todos los personajes son majos, enrollados, simpáticos, comprensivos, tolerantes... Ridículamente artificiales, por tanto. Después de Battlestar Galactica, The Expanse, Firefly (por citar unas pocas de verdadera calidad), sólo se me ocurre que, si Gene Roddenberry se levantara de su tumba y viera qué han hecho con su creación, volvería a ella a velocidad de curvatura...