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Voto de Ludovico:
9
7,0
173
Drama
Matiora es una isla situada en la parte central de Rusia, en medio de un gran río, que será inundada para facilitar la construcción de un embalse. Esta es la historia de sus habitantes, que han de despedirse de su hogar. (FILMAFFINITY)
2 de septiembre de 2011
26 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una visión superficial de Adiós a Matiora la ha marcado como “cine ecologista”, pero la película de Klimov transciende, con mucho, tan limitada categorización. Hay un problema “ecológico” en la base argumental del film, sin duda: la inundación de una pequeña aldea, Matiora, por la construcción de una presa destinada a producir energía eléctrica. Pero lo que nos cuenta Adiós a Matiora es mucho más que eso: es la muerte de lo que sobrevivía de la antigua cultura tradicional en el mundo rural de la Unión Soviética ante el avance de esa forma sofisticada de barbarie que suponen la modernidad y el culto al progreso. Es, pues, el final de un mundo, un verdadero Apocalipsis, lo que, desde una perspectiva cosmológica y metafísica, escenifica “Adiós a Matiora”, por medio de un lenguaje rigurosamente simbólico que, me temo, puede no ser plenamente accesible a quienes no estén familiarizados con el mundo de la simbología.
La película resalta la dimensión sagrada de la existencia que, al parecer, todavía pervivía hasta no hace mucho en el mundo rural ruso, al menos en pequeñas aldeas como Matiora. Algo que bien poco tiene que ver —y esto es esencial— con la moderna y superestructural “creencia” religiosa: se trata, por el contrario, de una experiencia de vinculación con el cosmos y de una vivencia de transcendencia que el hombre moderno, creyente o ateo, con toda su tecnología y sus viajes espaciales, desconoce y que, desde su petulante ignorancia, juzga “infantil” o “primitiva”. Dimensión cosmológica de una mentalidad que no ha desvinculado mythos y logos y que se conservó de forma especial en el cristianismo ortodoxo, a diferencia del católico, casi exclusivamente cristocéntrico, y, por tanto, teocéntrico-antropocéntrico.
El film despliega una serie de personajes que representan distintas actitudes ante la crisis: Daria, una anciana que personifica con máxima dignidad y plena conciencia el espíritu de un mundo que agoniza; Andrei, nieto de Daria, modelo de una juventud superficial y frívola, seducido por la modernidad y que no se entera del drama que se desarrolla ante sus ojos; Pavel, hijo de Daria, más o menos consciente de lo que ocurre, pero vendido a las exigencias del poder dominante; Vorontsov, el ingeniero, representante del poder político, imbuido de la idea mesiánica del progreso, tan característica del poder soviético como lo ha sido y lo es del poder capitalista...
[Aunque no se trate precisamente de un film de misterio, dado que comento brevemente escenas de la película, termino en el spoiler]
La película resalta la dimensión sagrada de la existencia que, al parecer, todavía pervivía hasta no hace mucho en el mundo rural ruso, al menos en pequeñas aldeas como Matiora. Algo que bien poco tiene que ver —y esto es esencial— con la moderna y superestructural “creencia” religiosa: se trata, por el contrario, de una experiencia de vinculación con el cosmos y de una vivencia de transcendencia que el hombre moderno, creyente o ateo, con toda su tecnología y sus viajes espaciales, desconoce y que, desde su petulante ignorancia, juzga “infantil” o “primitiva”. Dimensión cosmológica de una mentalidad que no ha desvinculado mythos y logos y que se conservó de forma especial en el cristianismo ortodoxo, a diferencia del católico, casi exclusivamente cristocéntrico, y, por tanto, teocéntrico-antropocéntrico.
El film despliega una serie de personajes que representan distintas actitudes ante la crisis: Daria, una anciana que personifica con máxima dignidad y plena conciencia el espíritu de un mundo que agoniza; Andrei, nieto de Daria, modelo de una juventud superficial y frívola, seducido por la modernidad y que no se entera del drama que se desarrolla ante sus ojos; Pavel, hijo de Daria, más o menos consciente de lo que ocurre, pero vendido a las exigencias del poder dominante; Vorontsov, el ingeniero, representante del poder político, imbuido de la idea mesiánica del progreso, tan característica del poder soviético como lo ha sido y lo es del poder capitalista...
[Aunque no se trate precisamente de un film de misterio, dado que comento brevemente escenas de la película, termino en el spoiler]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Hay dos escenas clave sobre las que, de algún modo, a mi entender, gira la trama: en una, Daria se dirige al bosque y eleva una oración a la naturaleza, a la tierra, al fuego, al agua... en reconocimiento de su carácter divino y de su propia pertenencia a esa tierra, a ese lugar específico del que no se la puede arrancar sin matarla. En la segunda, Daria va al cementerio a llorar sobre las tumbas de sus padres que van a quedar cubiertas por las aguas. Sacralidad de la naturaleza, sentimiento de autoctonía y continuidad con los antepasados son elementos esenciales en torno a los cuales se estructura todo mundo tradicional, es decir, no moderno. Esencial es el monólogo de Daria a la salida del cementerio: «La verdad está en la memoria. Quien no tiene memoria no tiene vida». Fundamental, también, la secuencia de la preparación para el “sacrificio” (sacrum facere = hacer sagrado) de la dacha de Daria, por la que será tomada por loca.
En resumen, poética elegía fúnebre a la tradición (en un sentido antropológico, que bien poco tiene que ver con el estrechamente político), con momentos de gran belleza, pero canto fúnebre, también, al hombre moderno, esa síntesis de Fausto y Prometeo, que, existencialmente amnésico y autoexiliado del cosmos, desarraigado del espacio y sin anclaje en el tiempo, vaga como una sombra fantasmal a merced de los embates de la historia. Magnífica, en este sentido, la secuencia que cierra la película: Pavel y Vorontsov, en su barcaza, extraviados en la niebla —poderosa imagen del Caos: «¿Cómo orientarnos ahora? ¿Dónde está “atrás” y “adelante”?»—, conscientes demasiado tarde de su crimen, llaman a gritos al mundo que ellos mismos acaban de destruir. Profética perspectiva de futuro.
En resumen, poética elegía fúnebre a la tradición (en un sentido antropológico, que bien poco tiene que ver con el estrechamente político), con momentos de gran belleza, pero canto fúnebre, también, al hombre moderno, esa síntesis de Fausto y Prometeo, que, existencialmente amnésico y autoexiliado del cosmos, desarraigado del espacio y sin anclaje en el tiempo, vaga como una sombra fantasmal a merced de los embates de la historia. Magnífica, en este sentido, la secuencia que cierra la película: Pavel y Vorontsov, en su barcaza, extraviados en la niebla —poderosa imagen del Caos: «¿Cómo orientarnos ahora? ¿Dónde está “atrás” y “adelante”?»—, conscientes demasiado tarde de su crimen, llaman a gritos al mundo que ellos mismos acaban de destruir. Profética perspectiva de futuro.