16 de abril de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una preciosidad ambientada en las brumas de un puerto de Brooklyn. La bondad y la maldad enfrentadas en un eterno ritornello, revestido de connotaciones económicas y políticas. Nunca un crimen, a medias por imposición de la censura, fue tan necesario como en este film negro y sensible.
La maravillosa Ida Lupino recrea las vanas ilusiones de la existencia: la expresión de su rostro cuando se entrega en el único beso que retrata la película, abandonando a su suerte la muñeca de trapo, resulta un momento de antología.
El siempre espléndido John Garfield da vida a un malvado sin fisuras, pero que irradia la atracción de lo siniestro, en un registro poco habitual en él.
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