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España España · Madrid
Voto de triforme:
10
Drama Para sobrellevar el insomnio crónico que sufre desde su regreso de Vietnam, Travis Bickle (Robert De Niro) trabaja como taxista nocturno en Nueva York. Es un hombre insociable que apenas tiene contacto con los demás, se pasa los días en el cine y vive prendado de Betsy (Cybill Shepherd), una atractiva rubia que trabaja como voluntaria en una campaña política. Pero lo que realmente obsesiona a Travis es comprobar cómo la violencia, la ... [+]
25 de julio de 2011
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como si de una perra parturienta se tratara, el bueno de Martin Scorsese en sus primeros años de realizador parió cuatro o cinco obras maestras, siempre de la mano de su inseparable entonces Robert de Niro, y es que en aquella época Leo Di Caprio sólo contaba unos pocos años de vida y no era cuestión de arrancárselo de la teta a su madre.

Taxi Driver fue su sexto largometraje, hasta ese momento había sido Malas calles (1973) su película más exitosa, en ambas aparecía Harvey Keitel, otro de los fijos de Marty en sus inicios, pero lo que en Malas calles ya se intuía, que no era otra cosa que una capacidad innata para recrear personajes barriobajeros y con mucho conflicto interior (Toro Salvaje (1980) sería cuatro años después paradigma en este aspecto), en Taxi Driver dejo de intuirse para golpear en toda la frente de crítica y público internacional, que la catalogarían desde el principio con la etiqueta de obra maestra del cine contemporáneo.

Travis Bickle, uno de los personajes más memorables de la historia del cine es el protagonista de la cinta. Muy en la línea de los antihéroes del cine setentero Travis es un veterano de Vietnam que se gana la vida como taxista en la noche neoyorkina. Su elección de horario no es casual, Travis, visiblemente afectado por sus años en el ejército apenas puede dormir y aprovecha la noche para trabajar y no darle demasiadas vueltas al coco. El problema es que Travis está como un cencerro y desde su taxi se irá poco a poco calando hasta los huesos de la podredumbre de los suburbios creándose una película en su cerebro que ríase usted del surrealismo del mejor Buñuel.

Memorables escenas con Cybill Shepherd, especialmente la cita en la que Travis la lleva al cine más abyecto imaginable pensando que eso es lo que hace ”la gente normal”, o con Jodie Foster, que debutó en esta película interpretando con una solvencia tremenda a una putilla menor de edad a la que el bueno de Travis intentará ”apadrinar” para sacarle del mundillo en el que la ha metido su chulo, un macarrísimo y hortera Harvey Keitel que pidió el papel a Marty expresamente.

En resumen, cine hecho arte del que cada vez se hace menos ya, De Niro en uno de sus papeles míticos, la dirección de uno de los directores más grandes de todos los tiempos, un desarrollo vibrante y un desenlace que funciona a modo de catarsis y que nos da pie a una profunda reflexión.

Como para perdérsela.
triforme
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