Antes de ponerme a escribir esto me ha venido a la cabeza, de repente, el título de una buena comedia sin muchas pretensiones que no me pasó inadvertida: Quiero ser como Beckam. Aunque no venga al caso, este "flash" me ha servido para dar título a estos comentarios, por otras razones, pero da en la diana de lo que quiero expresar.

Esta cinta muestra al Sr. Polanski en estado puro, y esta circunstancia no es baladí, sobre todo a tenor de cómo le ha ido su vida a partir de esta brillante realización, lo que claramente ha debido influir en sus sucesivos trabajos. Aquí, sin embargo, se nos presenta un trabajo casi inocente, con grandísimas muestras de cine en estado puro, planos psicodélicos y chutes de humor negro que sumen al espectador en un estado de atención que casi le hacen formar parte de la trama. Ningún personaje sobra en la cinta, y ninguno falta tampoco. Ningún brindis al sol, ninguna escena de relleno. Una magnífica película tan bien hecha que su técnica recuerda a veces las realizaciones maestras de genios como Kurosawa o Huston.

Los trillers y las pelis de miedo, en su mayoría, se enfrentan a un handicap insuperable: es difícil que vuelvan a sorprenderte, a atraerte y mantenerte pegado al sofá o a la butaca después de verlas un par de veces -algunas después de la primera vez-. Y yo me pregunto ¿Qué diablos tiene esta cinta para que resulte tan adictiva? ¿Qué extraño poder hace que cuando pasas tus dedos por las cintas del mueble del salón, indeciso, te pares en su carátula? aunque ahora que lo pienso, puede que la respuesta esté en las mismas preguntas...

Por último, indispensable, hacer mención de un trabajo de actriz digno de servir de referencia didáctica en las escuelas de actores, una magistral interpretación de una Mia Farrow que justifica con mucho el título original de la película.

Una obra sobresaliente, "de las que ya no hay", como dice mi abuelita.