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Chile Chile · www.elotrocine.cl
Voto de Wladimyr Valdivia:
9
Drama Al salir de la cárcel, tras doce años de condena por agresión sexual a menores, Walter (Kevin Bacon) se instala en una ciudad, consigue trabajo y trata de llevar una vida normal, pero su pasado lo atormenta. Aunque es muy reservado, encuentra un inesperado consuelo en Vickie (Kyra Sedgwick), una mujer dispuesta a no tener en cuenta su pasado. Lo que no puede evitar es el férreo control al que lo somete su cuñado (Benjamin Bratt), el ... [+]
23 de octubre de 2014
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“The Woodsman” (“El Hombre del Bosque”) cuenta la historia de Walter (Kevin Bacon), un hombre que tras doce años en prisión, acusado de agresión sexual a diversas menores, hoy busca reinsertarse socialmente, combatiendo la discriminación y sobreviviendo en soledad, hasta que conoce a Vickie (Kyra Sedgwick), una mujer capaz de olvidar el pasado de Walter y ayudarlo a hacerle frente a los recuerdos y a esa lucha constante por superar lo imperdonable.

Una visión totalmente novedosa y una apuesta extrema acerca de un tema tan complicado como la pedofilia, es lo que la directora presenta en este, su primer largometraje. La película comienza haciéndonos saber que Walter tiene un pasado criminal y poco a poco nos devela las razones de por qué estuvo privado de libertad. La cinta nos acerca al perfil de un pederasta y ubica el lente de la cámara justo detrás de sus ojos. Ojos de una persona enferma, que se sabe enferma, se reconoce culpable, anormal, y que lucha día a día para conseguir ese autocontrol. Lo notable recae en la capacidad del relato de no convertir jamás al protagonista en víctima, sino que nos acerca a la mirada de alguien que le hace frente a sus incontrolables deseos, atrapado en una mente perturbadora que sólo quiere dejar atrás lo imborrable.

La oferta hacia el espectador es, sin duda, la posibilidad de ser capaces de perdonar a este “lobo” que busca convertirse en “leñador” (woodsman), que no cuenta con el apoyo ni de su familia ni de los pocos cercanos que le va quedando. La directora humaniza al protagonista, sin caer en tópicos manoseados ni en retratos convencionales sobre pederastas y abusadores sexuales, y consigue una reflexión real y sincera acerca de un tipo bueno, que se odia a sí mismo y que sabe que la rehabilitación es algo imposible, tan imposible como borrar las huellas de su asqueroso pasado.

La cinta no sería lo que es, gracias al trabajo pulcro y poco pretencioso de una debutante Nicole Kassell, quien con una exquisita sensibilidad logra incomodar al espectador con escenas y diálogos tan naturales como aborrecibles, la misma que consiguió que Bacon (al parecer de quien escribe estas líneas) realizara su mejor trabajo dentro de su dilatada trayectoria, interpretando de manera magistral a Walter, como un desequilibrado contenido dentro de su soledad y ante sus impulsos, al punto de hacernos sentir pena por tan perverso sujeto, pero tan humano y real como cualquiera de nosotros que sólo quisiéramos cavar un foso, meter a todos los sexópatas y pedófilos del planeta y quemarlos vivos. Kevin Bacon volvió a demostrar que los personajes extremos son los que más le acomodan, esta vez estremeciendo la pantalla cada vez que posa sus ojos ante una inminente nueva víctima. El papel de su carrera.

Y el resto del reparto no se queda atrás. Kyra Sedgwick (“Born on the Fourth of July”, “Just a Kiss”), esposa en la vida real de Bacon, está memorable como la antítesis de Walter, entregada a alguien que poco conoce, pero que cree ciegamente en su reinserción. Mención aparte merece la pequeña Hannah Pilkes, que con sólo diez minutos en pantalla consiguió inmortalizar una de las escenas más impresionantes y conmovedoras en la historia del cine.

“No soy un monstruo”, dice Walter, en un mundo donde los juicios y la moral sexual se pasean de boca en boca. En “The Woodsman” sólo vemos una cara de la moneda. La que nunca vemos, o la que muchas veces preferimos no ver. Una película que nos quita el aliento con una tensión psicológica extrema de principio a fin, que juega con el espectador y nos desafía ante cuestionamientos morales, sin discursos ni errores, en un estado mental donde conseguir la redención puede ser más difícil que la reincidencia, y la palabra “perdón” no existe ni existirá en ningún diccionario.

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Wladimyr Valdivia
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