Llevaba mucho tiempo deseando ver esta película de la que tan bien habla todo el mundo, y sin embargo no terminaba de animarme. "A ver si no va a ser tan grande", pensaba. Ahora que por fin la he visto, no puedo más que pegarme unos buenos cabezazos contra la pared por no haberlo hecho antes. ¿En qué demonios pensaba? ¡Me estaba perdiendo la esencia misma de la comedia!

Podríamos escribir párrafos y párrafos tratando de dilucidar qué debe buscar una obra humorística en el espectador. Si es por gags, sencillamente, no hay por qué preocuparse porque la película está llena, pero lo que se dice llena, de frases míticas, personajes caricaturizados y de una trama que de por sí, de la forma en que es llevada a cabo, resulta descojonante. Pero no es eso, hay algo más. Tal vez la mejor definición de lo que hace especial a esta película, más allá de una sucesión de chistes que pueden dar en el blanco o fallar, es la que he leído en la crítica de Txarly. No es el gag, es el espíritu. Es el deseo irrefrenable de querer ser el Nota, con su pacifismo, su soberbia tranquilidad inducida por las drogas y su vaguería. Es la filosofía, el estilo de vida de alguien a quien todos nos gustaría encarnar porque en el fondo son esta clase de individuos que lo relativizan todo, que se toman las cosas con calma y que jamás se estresan ni piensan en cómo sobrevivir en el horrible mundo de ahí fuera, que sólo se mueven cuando algo amenaza su comodidad, los que nos dan envidia. Y si además le acompaña un generador de prejuicios andante, que la caga de las formas más variadas y entrañables posibles, y durante la trama conocemos a muchos más personajillos adorables, como el gran Jesús o los alemanes nihilistas, ¿qué más se puede pedir?
Para mí, una buena comedia no es simplemente un contador de risas. Es aquella que, cuando ves los títulos de crédito, te dibuja una sonrisa de las de verdad, que te acompaña cada vez que piensas en ella. La que recuerdas con cariño más allá de sus momentos, que los puede tener o no tener, y te hace soñar con encontrarte un mundo similar al retratado al volver a la realidad. "El gran Lebowski" se ajusta perfectamente a esa definición, y por eso es tan grande. Una de las películas más divertidas y agradables que he visto. No es una comedia sobre porretas ni un filme para ver borracho con los amigos, partirse el culo y olvidarse. Es mucho más, es un ejercicio de buen cine, de personajes carismáticos y atmósfera desesperantemente atractiva. Una maravilla moderna, una obra maestra que poco a poco se irá abriendo paso entre mis favoritas.