Película que más de 50 años después de su estreno sigue teniendo un innegable atractivo y que pese a ser muy sesentera en diversos aspectos, no ha envejecido mal y su mensaje, o mensajes, siguen siendo de plena actualidad: el amor entre dos personas, el desgaste causado por el paso del tiempo, la pérdida de ilusión, la falta de ganas, el cambio de mentalidad, la nostalgia, los códigos sociales, el respeto entre almas, el si puede cambiar o no una persona...

No sé si es por mi debilidad por el inolvidable Albert Finney, pero la película me mantuvo con vivo interés y me dejé llevar continuamente como los diversos automóviles que aparecen, mecido por la hermosísima banda sonora de Mancini y fascinado con los continuos saltos en el tiempo, a los que enseguida se acostumbra uno. Si a ello le sumas una bella y entrañable como en pocas ocasiones Audrey Hepburn (y mostrando continuamente estilosos y caros modelitos de prestigiosas firmas, para deleite de sus fanáticos), tienes una película con un aura especial, como su fotografía.

Creo que es de las pocas en las que sale Audrey Hepburn que no es más "mito que película", como ocurre con la mayoría de sus papeles estelares ("Sabrina", "Desayuno con Diamantes", "Charada", "Vacaciones en Roma"...). De hecho la británica fascina más en "Dos en la carretera", en "Los que no perdonan" o en "Robin y Marian", que en las más míticas.