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Voto de Quique Martín:
7
Romance. Drama. Ciencia ficción Clare (Rachel McAdams) ha estado siempre enamorada de Henry (Eric Bana), un bibliotecario de Chicago. Está convencida de que están destinados a vivir juntos, aunque no sepa cuándo tendrán que volver a separarse: Henry es un viajero del tiempo, con una rara anomalía genética que lo condena a vivir su vida en una escala de tiempo cambiante, avanzando y retrocediendo a través de los años sin ningún control. A pesar de que los viajes de ... [+]
14 de agosto de 2022
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El subgénero de los viajes en el tiempo ha dado infinidad de obras a lo largo de su historia. En algunas, la obsesión del guionista con ser fidedigno y evitar los agujeros de guion y las paradojas, consigue que el producto resultante acabe siendo algo tremendamente cuadriculado y "sesudo" (no lo digo para mal, ni mucho menos, simplemente es un apunte) y se mueva en términos mucho más de ciencia-ficción que de otra cosa.
En otros casos, como el que nos atañe hoy, los viajes temporales no son ni más ni menos que el contexto donde se mueve la historia y una excusa argumental para analizar que supondrían esos viajes dejando el apartado de "ciencia" muy alejado del núcleo central de la película. En este caso, la cinta se plantea qué supondría ser un viajante temporal para tener una relación sentimental que traspase, literalmente, barreras físicas y temporales.

La película parte de la premisa anteriormente citada y ejecuta una intricada trama de enamoramiento, dramas y pérdidas bastante potente y con algunas escenas realmente bonitas y preciosistas. La cinta no quiere, ni pretende, que todo lo relacionado con los viajes temporales tenga coherencia. Pero si que intenta, y consigue, que esa relación entre nuestros dos protagonistas (A los que dan vida la enorme Rachel McAdams y Eric Bana) nos importe y nos preocupe. Que seamos felices con ellos y suframos por ellos cuando la trama así lo requiere. Y, realmente, que nosotros les acompañemos como espectadores en su viaje como pareja durante tantos años y en contextos tan distintos.

Reconozco, eso sí, que en su tercio final la película quizá se mete en camisas de once varas y riza demasiado el rizo. Y que, con ello, acaba por perder un poco de ritmo. Pero, aún con ese problema, se las apaña para conseguir que la empatía que sentimos por los protagonistas se mantenga intacta y nos emocionemos con los momentos cumbres de la historia. O, al menos, así lo ha conseguido conmigo.

No creo que haya mucho más que añadir. Considero que estamos ante una película romántica efectiva, funcional y tremendamente bonita. Que cuenta, además, con dos muy buenos actores defendiendo sus papeles y con algunos recursos desde la dirección más que llamativos. No creo que sea una película que cambie la vida a nadie. Pero es suficientemente buena para que merezca la pena dedicarle un par de horas.
Quique Martín
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