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España España · JEREZ DE LA FRONTERA
Voto de jaime salado:
8
Drama Después de pasar veinte años como prisionero político en un campo de trabajos forzados en Siberia, el arzobispo ucraniano Kiril Lakota (Anthony Quinn) es inesperadamente liberado por el presidente de la Unión Soviética (Laurence Olivier), que había sido su carcelero en Siberia, y enviado al Vaticano como asesor. Una vez en Roma, el Papa Pío XII (John Gielgud), que está gravemente enfermo, le nombra Cardenal. Mientras, el mundo vive en ... [+]
15 de octubre de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace ya muchos años que vi esta película de la que hasta hace unos días apenas recordaba como escena más impactante la de un Papa vestido de paisano recorriendo en solitario las hermosas calles de Roma. También tenía una vaga apreciación de su larga extensión (156 minutos), posiblemente porque en mi juventud me pareciera excesivamente lenta y tediosa.

Ahora, con la madurez y tras un revisionado sosegado, no puedo en absoluto estar de acuerdo con mi percepción juvenil. Sin ser una obra maestra del séptimo arte, la película es más que entretenida, y plantea problemas que evidentemente a un chaval de unos 18 años se le escapaban por completo. Con el paso de los años y la experiencia acumulada, veo ahora que la densidad del film pasó por encima de mis conocimientos como un panzer alemán, sin que pudiera comprender muchas claves -ni religiosas ni humanas- de los protagonistas.

El film de Michael Anderson se basa en la novela del australiano Morris West Las sandalias del pescador, la cual forma una cuatrilogía con Los bufones de Dios, Lázaro y Eminencia. Otra obra de este autor de temática religiosa llevada a la pantalla es El abogado del diablo, si bien no la americana de 1997 (con un argumento diverso), sino la original alemana de 1977.

Para comprender bien la película hay que tener en cuenta bastantes nociones históricas, políticas y religiosas, al menos del funcionamiento interno de la Iglesia. El libro está escrito en 1963 y la película rodada en 1968, años clave de la vida de la Iglesia católica por la celebración del Concilio Vaticano II (1965-68), un momento de la historia de esta institución decisivo para el devenir del futuro, pues supuso un aperturismo y una revolución eclesiástica como no se había producido en siglos. A nivel político estamos en los años de la Guerra de Vietnam, del florecimiento del movimiento hippie de mayo del 68 y en los años previos a la Guerra Fría, en la que dos potencias enemigas se jugaban la hegemonía mundial (EE.UU. y la URSS) ante la mirada atenta de una tercera potencia conocida como el gigante dormido, China. El mundo comenzaba a verse amenazado por una guerra nuclear latente y la búsqueda de la paz mundial era una prioridad. Este cóctel explosivo hace que sean unos años determinantes del siglo XX a los que la Iglesia tenía que dar una respuesta en un lenguaje actual y renovado. Una parte del discurso del papa en la película parece estar sacado de la Gaudium et spes del Concilio Vaticano II o de la Encíclica Sollicitudo rei socialis de San Juan Pablo II: “Debemos practicar la auténtica revolución cristiana. Trabajo para todos, pan para todos, dignidad para todos”.

La trama en general es interesante desde un punto de vista meramente religioso. Con la única variante de la intromisión de las redes sociales e internet (no sé hasta que punto interfieren actualmente en la elección del sumo pontífice) el Cónclave no ha cambiado en exceso y los ritos son los mismos desde hace siglos. El cierre de la capilla con llave (cum-clave), las votaciones secretas, los porcentajes necesarios, el humo negro y blanco... Todo está reflejado con bastante realismo siendo en este sentido la película casi un documental, en el que de la mano de los periodistas vamos conociendo punto por punto el desarrollo de los hechos.

A nivel más teológico y profundo la película presenta una especie de "pugna" entre tres modos de entender la Iglesia (políticamente hablaríamos de facciones pero la palabra me resulta chocante) interpretados por tres cardenales de la Curia de procedencia y tendencias diversas. De un lado Lakota, el ucraniano teológicamente pastoralista y hombre de fe. Por otro lado Telemond, el teólogo e intelectual racionalista francés, y por último Leone, el italiano vaticanista que conoce a la perfección los entresijos de la curia y se mueve entre ellos como pez en el agua. La tentación de asociar un nombre contemporáneo a cada uno de ellos es evidente, pero me parece más bien que son estereotipos que de una u otra forma siempre están presentes en la vida de la Iglesia, por lo que en este caso yo no hablaría de profetismo sino simplemente de ciertos clichés que se repiten sistemáticamente. En tres ideas lo podríamos resumir como el voluntarismo, el intelectualismo y la búsqueda de estrategias humanas como medios aparentemente opuestos pero en el fondo complementarios para extender el Reino de Dios.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
jaime salado
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