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España España · Oviedo
Voto de babayu:
8
Comedia Un anciano moribundo le pide a su nieto que cumpla sus últimas voluntades: que vaya a la ciudad para vender una vaca, que compre un icono religioso y que vuelva con una esposa. Al final, la búsqueda se convertirá en un viaje iniciático para el joven, que nunca antes había salido de su pueblo. (FILMAFFINITY)
2 de agosto de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Veamos: en primer lugar, he de aclarar que ésta es una peli para "iniciados"; quien nunca se haya acercado a una pantalla para ver cualquiera de los ocho anteriores largos del serbio (poco prolífico, hace una por trienio), va a tener una sensación rara, seguramente de absoluto desconcierto, de tomadura de pelo o de dolor de cabeza, según las tragaderas de cada cual. El cine del de Sarajevo es de una exuberancia tal que requiere cierta preparación, cierto conocimiento previo para "enchufarse" bien a lo que se nos va a mostrar. Si no, uno tiene el peligro de pensar que esta cosa es la excrecencia mental de un tipo que se ha ventilado un Mortadelo, Amélie y Torrente, rematado con un tripi.
Una vez dicho esto, pasemos al mondongo: durante dos horas largas, asistimos a un desparrame total de la iconografía "made in Kusturica", un despliegue de detalles que se nos meten por los sentidos recubriendo una historia interesante, la del jovencito Tsane que se las pira del pueblo a la capital para cumplir los deseos de su abuelo Zivojin: vender la vaca, comprarle un icono y buscarse novia. Todo esto, a la sazón un leit motiv tontorrón como cualquier otro, es usado por el amigo Emir para cascarse una serie de argumentos muy sólidos: la mirada crítica a la realidad serbia, sometida a las tensiones de la encrucijada entre el mundo rural prosoviético (aquello de el pasado siempre fue mejor, anclado en la tradición y en la contradicción de la idiosincrasia cultural yugoslava con el régimen político ruso) y el mundo urbano que se asoma ante los cantos de sirena de la Unión Europea, con su capital, su poder y sus mercachifles. El pobre chaval se las ve y se las desea para poder cumplir la promesa hecha a su abuelo, y aquí es donde Kusturica aprovecha para disparar todas sus salvas esperpénticas, derramando por doquier ese universo surreal de personajes disparatados, que se lían a tiros, se mutilan, se persiguen, van y vienen, eso sí, todo bajo el manto de una omnipresente música (a cargo de Strabor, hijo del director y actor también en la peli), que deja esa extraña sensación de que para qué nos vamos a preocupar, si al fin y al cabo la vida son cuatro días y todo es una bendita fiesta.
Ah, no lo había dicho, pero me encanta Kusturica y sus westerns balcánicos.
babayu
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