Se ha intentado por activa y por pasiva, y posiblemente se haya conseguido, pero yo no recuerdo un buen ejemplo de amigos que se reúnen, se ríen y se divierten trasladado a una película. Esa camaradería del principio en el vagón restaurante, chirría; igual, por cierto, que las ruedas de un tren sobre los raíles cuando se aplican los frenos. Sin embargo, todo lo demás, excepto Eduardo Noriega, que repite papel, funciona. Y eso que la banda sonora desentona de tanto en tanto.
Es una más que buena película de suspense, Transsiberian. El misterio está bien dosificado y la deslumbrante presencia de sir Ben Kingsley, que no vive en la oscuridad y tiende hacia la luz, aumenta todavía uno o dos puntos la cosa. Incluso hace mejores a los otros, como si viajar en el mismo compartimento los hubiera hecho a todos de la misma condición.