Si uno coge la idea de Pesadilla en Elm Street y cambia las cuchillas por jeringazos; si se contrata a una pandilla de adolescentes con ganas de llegar a la Fama por un puerta falsa; si la cosa se ambienta en un pueblo de esos en los que no queda nada que no haya salido a la luz; si se convoca a la justamente olvidada Juliette Lewis para el papel de madre enfadada; si se recurre al bardo Luke Evans para que enseñe la chorra; si se toma prestada alguna escena de Al final de la escalera; si se convence a la simpática Missi Pyle para que cambie sus trofeos de majorette por la banda de Miss Guarri Guarri y se pilla en un renuncio a Octavia Spencer, se puede pensar en rodar una película. Pero si te llamas Tate Taylor y eres el que rueda, el que filma, el que perpetra, en definitiva, con todos esos ingredientes, presentas EL SÓTANO DE MÁ, quien es un oscuro reflejo de aquellos que pretenden vivir otra juventud a los cincuenta y una mala copia de Annie Wilkes, que sabía todo lo que había que saber de Paul Sheldon y era su fan número uno.