Yossi Ghinsberg, inspirado por las correrías de Henry Charrière, Papillon, estuvo perdido en lo más profundo de la selva boliviana durante tres semanas a finales de 1981. Allí, toda vez separado de otros tres expedicionarios, se vio en la tesitura de tener que agarrarse a la vida evitando a los enemigos y, en la medida de sus posibilidades, a los trolls y a las mofetas. Y haciendo frente también a las alucinaciones, claro.
La adaptación al Cine de la descomunal peripecia de Ghinsberg es tanto mejor cuanto que Daniel Radcliffe -eterno Harry Potter- se ve en pantalla acompañado; y es que, miembro de número de esa especie de actores y actrices poco cualificados que han tocado la cima, sus carencias se camuflan mejor entre la multitud que mimetizadas en un entorno verde esmeralda. Thomas Kretschmann, en declive desde su participación en El pianista, en su línea, pues, de uniforme deceleración.
Una película normalita, LA JUNGLA. Una película normalita con un personaje corajudo que ignoraba, como acaso ignoraba el resto del mundo en 1981, que la mayor parte de las andanzas de Papillon las había protagonizado el parisino René Belbenoit.