Sólo una visión del muñequito de los Marshmallows paseando tan pichi por la playa del Sardinero, por ejemplo, hubiera impactado tanto en la España de aquel entonces como impactaron LOS CAZAFANTASMAS arribando a las carteleras en los prolegómenos de las Navidades de 1984. Camisetas, sudaderas, figuritas, llaveros y coches en miniatura se observaban por doquier y atestaban establecimientos. Y no faltaron, tampoco, los que, vestidos como Egon o Ray, acudían al trabajo, a polideportivos o a determinadas consultas médicas.
Ha perdido algo de salsa, la película de Ivan Reitman, que, sin el tsunami publicitario con que llegó acompañada parece más bien ahora una cinta de calma chicha. Sigourney Weaver continuaba después peleando contra bichejos en el espacio, Bill Murray cambió los espectros de esta cinta por los que le endosó Richard Donner casi un lustro más tarde y Harold Ramis vino a componer la maravillosa ATRAPADO EN EL TIEMPO para, luego, volar hacia las estrellas siquiera sin cruzar los rayos. El Maestro de las Llaves, por su parte, pasó con posterioridad a encoger de una tacada a todos los niños y niñas del mundo.
Medio punto por debajo de 7, para LOS CAZAFANTASMAS. Y todo por ser un bonito recuerdo de raza almacenado en un inconsciente colectivo.