No es sólo realismo mágico lo que representa el tipo del acordeón. No es sólo una especie de Prudencio Aguilar. Es, también, el violinista de la película de Norman Jewison. Que Milagro, desde luego, tiene muchas cosas de Anatevka.
Ignoro por qué no hizo Robert Redford el papel de John Heard, y tampoco sé, a ciencia cierta, por qué no acaba de emocionarme esta historia de pastos y de judías, de santos y vacas. Sin embargo, fuera de los personajes de Rubén Blades y Carlos Riquelme, fuera de la pretensión de denunciar la despoblación de otro pueblecito con encanto, todo lo demás ha generado una capa de polvo tan espesa como la de cualquiera de los cálidos y remotos valles de Nuevo México.
Y sí: la banda sonora del fantástico Dave Grusin es fantástica, pero a veces suena a Albéniz más de lo estrictamente legítimo.