Fueron muchas las alarmas, muchos los avisos y muchas las precauciones; pero, en líneas generales, 1999 se fue por la alcantarilla sin hacer demasiado quebranto y, a la mañana siguiente, el mundo se levantó, más o menos, habiendo abonado la cuota normal que se le adeuda a la muerte, tal y como se había acostado. Sí, claro, con el recuerdo hacia aquéllos y hacia aquellas historias, como Carlos Jesús o como EL FIN DE LOS DÍAS, que vinieron a vaticinar, en su momento, la llegada del maligno en cualesquiera de sus formas.
Todos están en su sitio en la cinta de Peter Hyams. Schwarzenegger salvando a la Tierra, Kevin Pollak como secundario gracioso, Gabriel Byrne de príncipe de las tinieblas y Robin Tunney, con ojos de agua, en salto de cama. Rod Steiger, que entregó a Jesús de Nazaret a los que acabarían matándolo a las órdenes de Zeffirelli, es un cura bueno.
Se fue 1999 sin hacer demasiado quebranto y defraudando a los fatalistas. Sin embargo, el gran satán, o el pequeño satán, vaya usted a saber, alcanzaría a poner patas arriba este azul y cansado viejo mundo en un mes de septiembre y no mucho después. Y todo, a lo peor, a causa de la religión.