El tema de la amistad masculina funciona muy bien en la gran pantalla, y parece que cuánto más dispares a priori sean los hombres mejor va a resultar la milonga.
EL REY PESCADOR es una película cimentada en la amistad que nace entre un simpático vagabundo que está loco como una cabra y el número uno de los locutores radiofónicos neoyorkinos, un egocéntrico pastorón con no pocos problemas de conciencia.
El Monty Python Terry Gillian consiguió en 1991 una obra del barroco más profundo, consistente y agradable, echando mano de un voluntarioso Jeff Bridges y de un Robin Williams en estado de gracia, y teniendo como trasfondo argumental la búsqueda de una de las más importantes reliquias religiosas que en el mundo han sido.
Al margen de todo, es curioso constatar que la escena en la que un desequilibrado Williams le habla a un atónito Bridges de los pequeñitos y del Santo Grial es la fuente de la que bebió Brad Pitt para crear a su lunático personaje en 12 Monos, y tranquilizador comprobar que, de cuando en vez, un óscar se entrega realmente a la persona más merecedora de ello: Mercedes Ruehl, que se llevó la estatuilla a la mejor actriz secundaria, está fantástica como Anne, aún con sombra de bigote.
Lo peor, porque no todo puede ser perfecto, tiene aquí nombre y apellidos: Amanda Plummer. Esta chica es más sosa que un yogur.