Es curioso lo que sucede en el mundo de los Oscar: en función del año en que te presentes, te puedes forrar. Al menos eso es lo que le ocurrió a "El paciente inglés", ya que de no haber sido por las débiles contrincantes a quienes se tuvo que enfrentar (las más premiadas de la noche sin contar ésta fueron "Fargo", "El profesor chiflado" e "Independence day") a buen seguro no habría cosechado tan buenos resultados.

El caso es que lo mejor de la película no se llevó reconocimiento alguno. Evidentemente hablo de la magnífica interpretación de Ralph Fiennes, un intrépido aventurero en tiempos de guerra que ve cómo su mundo se desmorona al caer perdidamente enamorado de la esposa de otro miembro de una expedición a la que pertenece.

Lo de Fiennes es algo que describe muy bien la mala praxis de la mayoría de los miembros de la Academia de Hollywood a la hora de entregar galardones: es uno de los mejores actores del panorama internacional, interviene en dos películas ganadoras como "La lista de Schindler" y ésta que nos ocupa con sendas soberbias interpretaciones y sigue sin poseer la codiciada estatuilla. Así que claro, luego se la dan a medianías como Javier Bardem y, como es lógico, me enfado. Normal.

Volviendo a la película, hay que reconocer que se trata de un buen drama, perfectamente ambientado, muy bien interpretado y con un guión que define de forma más que correcta a un grupo de personajes muy diferenciados cuyas vidas coincidirán al final de aquel terrible conflicto bélico denominado Segunda Guerra Mundial.

El relato presenta odios, envidias, traiciones... Pero sobre todo amor, un amor peligroso y prohibido, aunque tan intenso que al final puede con todo. Es decir: una muy buena historia romántica que huye de los convencionalismos de hoy en día, quizá excesivamente premiada y con un metraje demasiado largo, pero lo suficientemente buena como para ser recordada y no caer en el olvido.