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Voto de Marty Maher:
5
Drama Proyecto arriesgado fruto de un minucioso trabajo -de más de 20 años- de concepción y montaje y que refleja una visión caleidoscópica de la ciudad de Barcelona como reflejo de cualquier urbe en cualquier país. Encuentros, desencuentros de cientos de personajes y microhistorias cruzadas en una gran ventana a la ciudad. (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El segundo largometraje de Luis Aller, Transeúntes, ha sido rodado y montado durante más de 20 años. Supongo que la intención de Aller no era otra que captar los movimientos en la urbe de Barcelona durante un determinado tiempo, que seguramente se haya prolongado en demasía debido a una serie de dificultades. Algo que en un principio parecía tan sencillo, en la práctica acaba siendo considerado por muchos como un trabajo experimental -algunos lo utilizan como algo positivo, otros peyorativamente-. Este trabajo atiende a unas formas de ver y entender el cine diferentes, cuyo caótico (que no anárquico) y estudiado montaje manifiestan una notable influencia de Jean-Luc Godard.

El proyecto de Aller tenía un fin bastante claro: representar la interconexión de las vidas que transcurren a lo largo del tiempo por Barcelona, las voces anónimas y los sonidos que interrumpen conversaciones y encuentros, y los incesantes coletazos de una crisis económica y social que parece no tener fin. En este sentido, es importante que exista una reconocible continuidad o línea narrativa (como quieran llamarlo), algo que era mucho más complicado encontrar en Adiós al lenguaje, la última película de Godard, cuya trabajo formal se emparenta directamente con el llevado a cabo por Aller en Transeúntes. Cambios de formato, color, sobreimpresiones, repeticiones en apariencia arbitrarias a través del montaje… son algunos de los aspectos formales que las asemejan. Y el resultado es bastante positivo, aunque una duración más reducida quizá hubiera favorecido al conjunto.

Transeúntes consigue actuar incluso como una radiografía de nuestro tiempo, en la atemporalidad de sus imágenes -por lo que representan- y la universalidad de sus subtramas humanas. Porque sí, a lo largo del metraje hay lugar para el sarcasmo, la ironía y la desgracia de algunos seres que parecen salidos de un film de Kaurismäki. Existe una más que identificable cohesión interna que actúa como fondo en esta carta de amor al cine y a Barcelona. Sin duda nos encontramos ante una película revolucionaria para lo que se viene haciendo en este país, cuya encorsetada industria dificulta la creación y exhibición de trabajos personales y con personalidad.

Sin embargo, es en la consecución del objetivo de Aller donde se hallan mis problemas con la película, en la transmisión al espectador de un caos y aturdimiento que no siempre encuentro positivo. Transeúntes está muy lejos de ser perfecta, pero es admirable cómo Luis Aller ha conseguido crear una obra tan compleja y rica en detalles de fondo y, especialmente, formales. Una muestra de la universalidad del cine y la posibilidad de que en nuestro país se adopten formas que no se habían visto con anterioridad.
Marty Maher
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