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Voto de Marty Maher:
6
Ciencia ficción. Thriller Adaptación de High Rise, novela publicada por J.G. Ballard a mediados de los años ‘70. La historia narra la llegada del doctor Robert Laing a la Torre Elysium, un enorme rascacielos dentro del cual se desarrolla todo un mundo aparte, en el cual parece existir la sociedad ideal. Pero secretamente, el recién llegado se sentirá perturbado ante la posibilidad de que este orden utópico no sea tal. Sospechas que rápidamente serán corroboradas ... [+]
9 de marzo de 2016
7 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, la película programada en la sesión de las diez iba a ser la encargada de salvar la jornada. La cinta en cuestión no era otra que High-Rise, el quinto largometraje del británico Ben Wheatley. Afortunadamente, tuve la ocasión de verla por partida doble en el pasado Festival de San Sebastián. Ahora, casi medio año después, debo confesar que este tercer visionado ha empobrecido un poco mi visión sobre la obra. Por poneros un poco en situación, antes me parecía una obra maestra y ahora simplemente una película excepcional. El doctor Laing se muda a un nuevo apartamento en un rascacielos en busca de un anonimato que la gran ciudad imposibilita. Allí, alejado de todo contacto con el exterior -exceptuando algunos partes meteorológicos en las noticias-, tendrá que actuar con inteligencia para evitar corromperse y sumirse en la espiral de autodestrucción que lleva consigo la estancia en el edificio.

En un futuro (o pasado, pues la distopía está ambientada en la década de los 70, aquélla en la que Ballard escribió la novela) indeterminado, un arquitecto cree haber diseñado la sociedad perfecta entre las paredes de un a priori apetecible edificio, pero los postulados de su proyecto no vaticinan más que caos y una incipiente lucha de clases, pues algunos lujos como la luz están reservados únicamente para los pisos más altos, en los que viven los adinerados pertenecientes a la clase alta. En esta sociedad distópica no existe la clase media, aunque sí un escalón entre ambos bandos que ocupa el propio Laing, que representa el individualismo actual: la búsqueda del beneficio propio y la indiferencia ante el sufrimiento ajeno. La metáfora quizá es un poco perversa, pero Wheatley logra el (des)equilibrio (estupendo contraste entre la perfección formal de la primera mitad con la anarquía de la segunda, que encuentra la belleza en lo grotesco y lo malsano) perfecto para trasladar a la pantalla las también excesivas y perversas líneas de Ballard. Ante todo, lo más destacable de High-Rise es la sobresaliente dirección del británico, que se sitúa como uno de los autores contemporáneos con más talento, o al menos como uno de los que tienen más posibilidades de convertirse en iconos de la cinefilia.

Os podéis reír de mí, pero mientras escribía estos dos párrafos la película ha vuelto a crecer instantáneamente en mi cabeza. Ojalá el siguiente visionado me devuelva la impresión del primero, que hacía de ella una de las cinco mejores películas de la década. Y nada más que decir, así termina la cobertura de este año; una Muestra bastante floja en general, pero que nos ha brindado la oportunidad de ver dos obras enormes, probablemente de lo mejor que haya pasado nunca por las pantallas de la Muestra Syfy. Hasta el año que viene.

*Texto escrito con motivo del visionado en la Muestra Syfy 2016*
Marty Maher
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