A este director que por casualidad descubrí en “Bob, el jugador” sigo con verdadera expectación su obra, sus guiones, la fotografía que utiliza, los actores que elige y como éstos le responden dando verdaderamente todo de si, me impacta y emociona a la vez. En esta película enmarcada en la mitad de la segunda guerra mundial muestra a mi entender su concepción del infierno, ese sitio tan temido en el que se esperan las sorpresas más atroces, precisamente porque nadie sabe con certeza como es y que todos imaginan como un lugar de tormentos, infinitamente cruel y donde realmente la existencia humana acaba ante la imposibilidad de sobrevivir allí.Es protagonista del film Lino Ventura (ideal intérprete en todo asunto que requiera dureza, virilidad, temperamento y sobriedad). Ninguno como él para asir este rol complejo y desapegado, salvo “la causa” que es toda su vida. El fabuloso Melville nos presenta a su personaje principal ya muerto, aunque todavía piense, camino al infierno en una chatarra desvencijada que lo depositará en un campo de concentración en medio de la nada o si se prefiere donde sopla un viento frío y mortal. Las peripecias que de allí en más sufrirá son inmundas, tétricas, luctuosas, no tendrá un segundo de calor ni de alegría a la que evidentemente renunció. Deberá escapar de ráfagas de ametralladoras, bombardeos, arrojarse en paracaídas en un debut a la luz de las tinieblas, pernoctar en tabucos cinco estrellas para roedores, ser atrapado, volver a caer prisionero en cárceles patibularias, matar a quien salvó su vida ¿para seguir viviendo?. Me vi en la necesidad de acudir a un sueter para continuar viendo este film al que no le resto méritos, tal vez demasiado metraje y muchos quite y puesta de sobretodos de Lino, excesiva duración de la escena del camión de enfermería en el cuartel. Detesté además la inconcebible decisión final.. Melville me mostró como es el infierno, helado, odioso, abyecto, aniquilador.