Nunca en un primer trabajo alguien había mostrado tanto talento. Lejos de la bucólica y tópica animación idealista con personajes tan banales y aburridos como sus historias nace Vincent, una creación apartada de todo aquello que reina en el mundo de la utopía sosa, machacona y manida del mundo de la animación.

Tim Burton nos presenta con Vincent dos partes de un personaje cuya transgresión es incalculable. No, Vincent no es el clásico niño con aspiraciones y sueños vanos. No quiere ser bombero, ni médico, ni abogado, QUIERE SER VINCENT PRICE. Desde el primer hasta el último minuto del corto Tim Burton de propone demoler y destrozar el knowhow de la animación clásica y en un plano superior del cine. Esto provoca que Tim Burton critique (conscientemente o no) un mundo en el que la sorpresa se ha vuelto la sorpresa por lo conocido, algo impactante, en vez de innovar. Demostrando a su vez que en ocasiones una ruptura de esquemas clásicos atrae más, llama más la atención y muestra más talento que el subirse al carro del talento repetitivo de los demás y de la historia del cine.

Además ya en esta producción recibimos una primera muestra del estilo del director. Homenajea en diversas ocasiones a clásicos del gótico y del terror como Frankenstein, Vincent Price y el mítico e inigualable Edgar Allan Poe. Y es aquí donde vemos eso que convierte a Tim Burton en un género por si sólo. Gótico, pero un gótico aplicado a la vida actual, a la vida moderna y nuestro mundo. Gótico diferente, fuera de esquemas y moldes. Un personaje único con un dolor y trastorno, una historia impensable e inimaginable por cualquier otra persona y arte. Arte en cada plano, en cada centímetro de la pantalla unido a la capacidad de llegar. Porque, ¿quién no ha sido alguna vez un Vincent Malloy? Porque Vincent no es más que la muestra de las personas que vivimos, imaginamos y empatizamos en el ámbito cultural, literario y cinematográfico. Gente que conectamos tanto con el personaje que somos capaces de sentir como él. Y lo mismo ocurre aquí. En este mismo corto. Todos sufrimos como Vincent y con el pulso del ritmo de la voz en off nos angustiamos con él, hasta el punto de quedarnos tan mudos como el propio Vicent. Hasta el punto de quedarnos sin palabras.