El espectáculo visual que tiene lugar en cada obra de Szukalski es capaz de embelesar a cualquiera y la historia de su vida es más que interesante. Al final uno no sabe si juzgarlo por el comportamiento antisemita que tuvo cuando trabajaba para el gobierno polaco, aunque es claro que después de la guerra su punto de vista cambio por completo. Propició (aunque sea con un granito de arena) la guerra que terminó por destruir la mayor parte de su obra, es decir que sufrió las consecuencias de su propio error; perdió el trabajo de una vida.

La historia que se cuenta es trágica, la magnificencia de Szukalski como escultor es incuestionable.

7 de 10