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España España · Honor al Sabadell!
Voto de Grandine:
8
Aventuras. Drama Plena Edad Media, en el siglo X. One-Eye (Mads Mikkelsen), un enigmático guerrero con una fuerza sobrehumana, que ha permanecido esclavizado durante años, mata a su amo y logra escapar con la ayuda de un niño al que lleva consigo. Tras enrolarse en un barco vikingo, emprenden un viaje que los lleva a una tierra desconocida, donde reinan el dolor y la sangre. (FILMAFFINITY)
18 de octubre de 2009
98 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
La era vikinga fue un período de terror e ira, un período en el que cualquier ser que habitase aquellas tierras, se veía obligado a defenderse, luchar y llegar a unos límites inimaginables de crueldad para poder defender su propia vida.
Hachas y espadas se encontraban para dejar paso a un verdadero reguero de muertes y cadáveres ante el dominio y la fiereza de una etnia como la vikinga, haciendo que esos años, fuesen años de auténtica vorágine humana, y esos campos, fuesen campos teñidos de sangre y cuerpos sin vida.

Winding Refn, en sus primeros compases, deja claro que todas esas sensaciones más cercanas a la inhumanidad y el sadismo poblaban aquellas tierras, y realiza así la presentación de su personaje principal, One-Eye, un guerrero que, sin palabras, y una expresión tan rocosa como impasible, deberá escapar de las propias garras vikingas tras ser un prisionero de éstos y ser obligado a luchar vez tras otra, sorprendiéndoles por su inagotable capacidad de combate.

El rojo y el azul, elementos constantes en "Valhalla Rising" marcan una predominancia y una dualidad entre ese guerrero y los demás personajes, y asocian a One-Eye con la sangre y la ira, en contraposición a esos tonos azulados que personalizan paisajes, brumas y seres incapaces de llegar al ímpetu y fogosidad del protagonista.

De entre sus múltiples pasajes, destaca en especial el viaje en barco realizado por One-Eye, con una atmósfera que, de portentosa, nos introduce con un pasmo impresionante en situaciones que bordean la demencia sin que uno se llegue a cuestionar donde están los límites de la propia humanidad. Por desgracia, el único pero que se le puede poner a esta nueva y fantástica incursión a ese mundo, es el hecho de no poder conservar esa atmósfera durante todo su metraje, porque de ser así estaríamos, seguramente, ante una de esas joyas que es un placer ver y descubrir, aunque ya lo resulte por sus más que logradas virtudes, que nos sumergen en una época donde el rojo, más que un color, era un símbolo. El símbolo de la vorágine, y sus incontrolables consecuencias.
Grandine
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