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España España · Barcelona
Voto de BERLANGA'S:
9
Drama Principios del siglo XX. En un palacio de Bengala, un terrateniente, al oír la música de la fiesta que celebra su arrogante vecino con motivo de la iniciación de su hijo, recuerda el gran recital que organizó con motivo de la de su propio hijo, así como los importantes acontecimientos que sucedieron después en su vida. (FILMAFFINITY)
1 de diciembre de 2021
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nobleza tradicional india está cayendo en decadencia mientras emerge una burgesía occidentalizada que se adueña del poder económico del país. Tradicionalismo contra progreso industrial. La Índia de reyes y la Índia de los coches.

Estos son los temas de la película del año 1958 El salón de Música, dirigida y escrita por Satyajit Ray. Un tema cultivado por la literatura moderna hasta la extenuación a finales del siglo XIX e inicios del XX, para poner un ejemplo, Un enemigo del pueblo del dramaturgo noruego Henrik Ibsen. Sin embargo, como no podría ser de otra forma, la procedencia de la propuesta da un matiz que lo diferencia de un tema tan trillado en el viejo continente: el colonialismo.

Pero antes de extendernos en eso veamos de dónde venía Ray. Cuando se escucha el nombre de Satyajit Ray lo primero que le viene a uno en la cabeza son esas imágenes de la Índia rural de la trilogía de Apu con algunas reminiscencias al neorrealismo italiano, en otras palabras, el gran ícono de la cinematografía india. Un país pobre que mientras unos se enriquecen otros caen en la miseria. Ray venía de presentar al mundo las dos primeras partes de su trilogía: Canción del Pequeño Camino (1955) y Aparajito (1957); cuando decidió embarcarse en un proyecto contraplanístico que llevaba el nombre de El salón de Música, mucho más cercano al cine de Orson Welles. Habían desaparecido las clases bajas para poner el foco en la lucha de los poderosos, aquellos que lo habían sido desde siempre y aquellos que habían visto la fortuna inglesa de un día para otro.

La música es el símbolo troncal de la propuesta, en una película en la que los símbolos abundan. El salón de música del terrateniente es la última propiedad que le queda, aquella en la que hay su linaje empotrado en la pared y que puede hacer revivir mediante las melodías tradicionales hindúes. Ray crea largas secuencias en qué vivimos las fiestas aristocráticas mientras sus mayordomos les airean con una hoja gigante, todo escuchando los mejores músicos de la zona. Esos sonidos representan el pasado glorioso de esa clase social en decadencia, como se evidencia en una de las mejores secuencias de la película. Vemos al protagonista deambulando por el espacio, ya castigado por el tiempo, mientras va emergiendo la música como un recuerdo. Y como parece evidente, el nuevo rico escucha swing, la música del presente occidental desde su nuevo automóvil. El aristócrata se tapa los oídos, no quiere escuchar eso.

Estos recursos dialécticos abundan en la puesta en escena de esta obra. Sea desde el sonido o desde la composición de los planos, Ray se asegura que entiendas el contraste entre tradición y progreso. Sea un elefante y un coche, una bicicleta y un hombre andando, la música tradicional hindú y el swing. Es una película muy barroca en este sentido, llena de ideas, de un corte bastante clásico, que nos repiten el tema del que se está hablando y la situación emocional shakespeariana del protagonista. A algunos les parecerá excesiva y demasiada cargada de ideas, pero a mi esas nunca me sobran, aunque a veces puedan agobiarte por la cantidad de ellas.
BERLANGA'S
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