La masacre de Town Creek es una película de ésas, como cuando vas a la cocina y te haces un batido de frutas. Metes en la batidora un poco de plátano, unas fresas, un kiwi, le das al interruptor y esperas a ver que sale. Cuando lo pruebas, hay veces que sabe bueno, otras veces es insípido y en algunas ocasiones la mezcla resulta horrible.
Lo mismo pasa con ésta película. Metemos en la batidora un poco de ocultismo, unas runas nórdicas, lo aderezamos con un poco de historia de la segunda guerra mundial, unos zombis que se levantan con el primer susurro de la noche, le añadimos un par de cucharadas de vampirismo, otro tanto de intriga supersticiosa, un poco de fantasmada mesurada con ciertas dosis de sosiego y obtenemos a un calvo con tres ojos que viste un chaquetón de cuero, al estilo matrix y que como te descuides corre a sorberte la sangre, pero tranquilo/a, con que te pintes una runa en la frente, puedes estar tranquilo/a que ya no te ataca la fiera.
Con tantos elementos dispares a la vez, no es de extrañar que la mezcla salga bastante rara. Porque mezclar esoterismo, con lo de chupar sangre como un vampiro y como resultado te salga un tercer ojo en la frente como a Polifemo el cíclpoe es bastante chocante. No digo que haya gente que no le guste ésta película. Que la habrá. Para gustos los colores, pero creo que aquí el director pecó demasiado de ambicioso, al intentar crear una película con demasiado fondo esotérico-místico-fantasioso y le salió una cosa que quizás no era lo que esperaba (me refiero al gusto de la gente).