Sobrevaloradísima película del japonés Yasujiro Ozu. Conviene primero avisar al espectador de que la película es lentísima y, que por lo tanto, podrá caer en profundo sueño en cualquier momento de su visionado. Como somnífero no tiene precio. Añado también como aviso supletorio la máxima del maestro Howard Hawks: " Las nueve primeras reglas del cine dicen: no aburrir".
Dicho esto, y habiendo sido capaz (con muchísimo esfuerzo) de ver la película en su totalidad, he de añadir que la misma no aporta (por mucho crítico avezado que diga lo contrario) nada relevante. Se trata de una historia de una hora llevada a más de dos, de ritmo desquiciante (por su lentitud), mal interpretada por la pareja protagonista (parecen siempre estreñidos) y con un mensaje tan plausible como preocupante en su ambigüedad final (Noriko acepta con sonrisa y pusilanimidad el comportamiento canalla de hijos e hijas).
Sí, la película tiene su dosis de emotividad. Leo en un libro de cine "el film tiene momentos de gran emoción, en especial la escena de la madre con la nuera, auténtica cima del cine". Pues mire usted señor crítico, esa escena emociona porque el espectador está hasta los coj... de que no suceda nada, y, si la considera cima del cine, está claro que su visión del séptimo arte difiere muy mucho de la mía. A mí me da la sensación de que todo aquel que sitúe "Cuentos de Tokio" entre sus favoritas, se siente muy diferente a los demás. Incluso me atrevería a pensar que, realmente, se siente un genio.