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España España · Zaragoza
Voto de el chulucu:
9
Comedia Elwood P. Dowd (James Stewart) es un hombre afable, cariñoso y siempre dispuesto a ayudar a los demás. Su único problema es que va a todas partes acompañado por un imaginario conejo gigante al que llama Harvey. La familia de Elwood no sabe qué hacer y opta por llevarlo a un psiquiátrico. (FILMAFFINITY)
28 de enero de 2023
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Iremos viviendo la vida y tratando de hacer felices a cuantos nos rodean y, cuando nos salga al paso la fantasía, la saludaremos, y trataremos de que se quede con nosotros para siempre." Escribí estas líneas en la contraportada de mi libro de relatos "Fantasim Express". Es evidente que Elwood lo ha conseguido. Muy pocos lo logran. Creo que también James Stewart, memorable en su interpretación.
Henry Koster, en unos primeros minutos magistrales, nos presenta al buenazo y encantador Elwood. Ni Koster ni Stewart dejan nada al azar. Se trata de cine con mayúsculas; calidad suprema, como el turrón. La secuencia inicial es pura poesía. Elwood no camina, flota; Elwood no gesticula, acaricia; Elwood no mira, dulcifica. Y, sobre todo, absorbe. Cada detalle. Lo que hoy los hombres normales no sabemos hacer. Se desliza por el caminito con leve sonrisa y brillo en los ojos. En escasos segundos ya ha llenado su corazón de flores y de sol. "Hoy tenemos un bonito día", le comenta el cartero. "Todos los días son bonitos", le responde Elwood.
El caballero amable, tranquilo y simpático sigue su camino. Su mirada es la de un niño, su mente la de un sabio. Su sencillez y naturalidad conquistan a quienes le rodean. Miento, Elwood es incapaz de conquistar. Elwood simplemente ama. Y las personas normales, siempre ávidas de afecto, tornan sus miradas de desesperanza en otras llenas de asombro y de ilusión. Pero, lo realmente irresistible de Elwood, ¡incluso más que su amigo Harvey!, es su capacidad para escuchar a los demás. Escucha a sus semejantes y les hace sentirse importantes; escucha y alivia; escucha y... quienes son escuchados recuperan la capacidad de soñar.
A pesar de todo ello, en una secuencia memorable llena de dolor y de silencio, los normales quieren llevarlo a su terreno. La mirada suplicante de la enfermera Kelly es la mirada del espectador. Se cierra la puerta.
¿Soñar o no soñar?, ¿ser listo o bondadoso?, ¿captar la belleza de la vida o ir con prisas siempre? El taxista lo tiene claro. No, no es solo el dinero. Quiere sentarse con Elwood y escuchar, y ser escuchado. Todo lo que cuenta Elwood es maravilloso porque saborea cada palabra que dice, la acaricia, la mima. "Voy a repetirlo: la tarde iba cayendo..."
el chulucu
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