Como escuché en una ocasión: "Hay poco que decir y mucho que sentir". Nunca habrá palabras suficientes para expresar el agradecimiento que le debemos a Georges Méliés. El cine, es lo que es, gracias a él. Él empezó todo porque, aunque los Lumiére inventaron el cinematógrafo, Méliés descubrió las potencialidades del invento. No solo lo hizo progresar técnicamente sino que, al grito de ¡Eureka! lo que llevaba camino de ser tan solo un fiel reproductor de la época y de épocas venideras, se convirtió de la noche a la mañana, en una mágica extensión de nuestros sueños y fantasías. Nacía el cine con mayúsculas, y gracias a Méliès, si algo no tenía cabida en el nuevo arte, era el aburrimiento. Buscó siempre sorprender al espectador, ponerse a su servicio, mostrarle mundos llenos de imaginación y magia, donde todo podía suceder. Gracias a Méliès más que a nadie los adultos podemos seguir siendo niños.
"Viaje a la luna" no es realmente una película. Es un sueño de infancia hecho realidad; es el triunfo de los sueños, una explosión de creatividad. ¿Recuerdan ustedes cuando de niños en las clases aburridas nos poníamos a imaginar, a soñar despiertos todo tipo de aventuras? Méliès lo que hizo fue retener ese sueño, levantarse del pupitre y salir al recreo a convertirlo en realidad. Eso es tener valor. Y una enorme fe en la creatividad del ser humano.