"Pan y tulipanes" es un oasis en medio del desierto. También es la demostración de que si se quiere y se tiene la dosis de talento necesario, se pueden seguir haciendo películas agradables de historias impregnadas de sencillez y ternura. Cuando el cine se ha transformado en el arte del ruido y la furia "Pan y tulipanes" nos devuelve el placer de visionar una película pausada donde el poder de la palabra, de las miradas y, sobre todo, de la imagen, nos hace soñar con mundos mejores más hermosos y más libres.
Eso es lo que anhela la protagonista, Rosalba, un poquito de libertad que le permita huir de su impresentable marido y refugiarse en una ciudad de cuento (Venecia) donde disfrutar minuto a minuto de las cosas pequeñas como el olor a pan caliente y el intenso aroma de las flores.
Silvio Soldini, director desconocido y de pocas películas, nos sorprende con esta entrañable película a la que, quizás, le sobran algunos minutos. Correcta puesta en escena, fotografía espléndida, música acertada y personajes misteriosos, divertidos y cercanos. La atractiva Licia Maglietta ofrece toda una lección interpretativa.
Gracias Soldini por esta taza de té humeante en medio de la tempestad.